Año CXXXIV
 Nº 49.214
Rosario,
lunes  20 de
agosto de 2001
Min 4º
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El artista brindó un show con dos horas de música popular
Gieco: Un rey león con garras solidarias
Recorrió su repertorio histórico, cantó algunos temas nuevos y habló de los males argentinos

Marcelo Menichetti

León Gieco es un fenómeno de popularidad que perdura a través de los 30 años de carrera que contabiliza con una imagen inoxidable, basada en un discurso invariable y en defensa de la memoria colectiva, de los que más necesitan y sin callar nada de lo que piensa. Como eso solo no es suficiente para ser un artista popular, el juglar de Cañada Rosquín también exhibe un arsenal de canciones que incluyen algunas muy buenas y perdurables, otras buenas y algunas más que los años se encargarán de esconder tras el olvido. Pero lo que lo mantiene en el centro de la escena es su coherencia.
El concierto de Gieco en el teatro El Círculo comenzó con el músico, solo con su guitarra en el medio del escenario, entonando con voz cascada "Maturana". La zamba del Cuchi Leguizamón quizá necesita de esas gargantas ásperas para llegar a los corazones. Gieco evocó al poeta y músico salteño como "el Piazzolla de folclore". Luego entraron en escena Luis Gurevich (teclados y acordeón), Aníbal Forcada (bajo y charango), Tancredo (violín, mandolín, guitarra y bajo), Marcelo García (batería y Percusión) y Eduardo Rogatti (guitarras).
La banda de Gieco es una roca en la que brilla la veta de Eduardo Rogatti, un guitarrista limpio como pocos a la hora de tocar y con un especial gusto para los arreglos. Como un émulo del rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro. El show continuó con los aires de Bob Dylan que suelen atravesar la música de Gieco. Así se sucedieron "Todos los días un poco", un pedido de disculpas cantado a los hijos y chamamés con pinceladas de cumbia.
Las extrañas combinaciones estilísticas y rítmicas no molestan en las performances del juglar porque él exhibe en su arte la mezcla de vertientes que define al argentino. Por momentos, cuando canta versos que dicen: "Búsquenme a la orilla del mar./ Búsquenme/ me encontrarán/ en el país de la libertad" parece estar haciéndolo recostado sobre una parva de paja de trigo, en el medio de la pampa gringa, en una soleada tarde de otoño.
El músico también se permitió un momento para decir que hay que apoyar a hombres como Sixto Palavecino y a mujeres como Lilita Carrió, para quien pidió apoyo "porque son gente que se juega la vida con sus denuncias". También sentenció: "Hacer algo por alguien es hermoso. Pelotudo es no hacer nada por nadie". Pidió ayuda para los chicos de la calle que trabajan para seguir creyendo. Pidió lucha y esperanzas y el heterogéneo público que lo sigue y lo venera aplaudió porque le cree al cantor cuando dice lo que otros callan.
El concierto continuó con temas clásicos como "Canción para Carito", un chamamé redondo que reivindica el territorio de su infancia, aquel del pueblo donde los zapatos son importantes en la plaza. También se escuchó "Cachito campeón de Corrientes" y "Kilómetro 11". De las canciones nuevas hizo "Memoria", una extensa enumeración de las cosas que deben ser recordadas en la Argentina y luego vino "El fantasma de Canterville", un tema en el que Eduardo Rogatti dio una clase magistral de guitarra sin moverse del lugar. El rocanrroll siguió con "La rata Laly" y otra vez Rogatti se robó el tema.
La segunda parte del show, anunciada como eléctrica, incluyó "La cultura es la sonrisa", cantado y bailado por el teatro de pie y "Los imbéciles", donde Rogatti volvió a brillar. "Guantanamera" y "Nada" con Rogatti abriendo las puertas de la gloria precedieron a "Los Salieris de Charly", un tema imbatible.
También estuvieron presentes "Orozco" con Gieco advirtiendo: "Yo con Bolocco no toco" y Pablito, un amigo local, cantando los "stop"; "Bandidos rurales", el tema que dio el nombre a su nuevo disco y una versión que define íntegramente a su autor: "Idolo de los quemados".
Para el final quedó la esperada "Sólo le pido a Dios" en una versión country con León Gieco rodeado por sus amigos, los olvidados de la sociedad que no ocultan su alegría al sentirse valorados y queridos por un artista que se encuentra mucho más allá de los discursos.



León Gieco llenó el teatro El Círculo.
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