 |  | Editorial La educación en el país
 | El ajuste del gobierno nacional afecta de manera particular al sistema educativo, en el que la mayoría de las provincias adeuda sueldos a sus maestros, les abona con tickets, en cuotas, les congela la antigüedad o rebaja sus salarios. Mientras se tensa la soga que asfixia a la comunidad educativa, es hora de pensar si existen otras alternativas a las huelgas, a los recortes en los recursos para la enseñanza y al atraso en el pago de los sueldos a los maestros. La situación difiere en Santa Fe, donde se abonan al día los sueldos, que son inclusive algo mejor que en otras latitudes, y acaban de regularizarse interinatos. Lamentablemente el contexto nacional adverso tiende a comprometer en ocasiones a los gremios con sus pares del país en acciones que no deberían afectar a los alumnos en esta provincia. En este sentido cabe esperar de la madurez docente la continuidad de una conducta similar a la de la última huelga contra el ajuste nacional, a la que Santa Fe no adhirió. En un país con reclamos cotidianos por magros beneficios jubilatorios, desempleo y subempleo elevados y alto porcentaje de población bajo la línea de pobreza, la protesta de los maestros tiende a diluirse, aunque muchos de ellos -algo impensable décadas atrás- ya figuran en las estadísticas de las personas que viven sin las necesidades básicas satisfechas. En varias provincias se está aplicando un duro ajuste, pero en particular es muy grave el conflicto que afecta a la educación bonaerense. Los maestros de las escuelas públicas bonaerenses no dictan clases desde una semana antes del receso de invierno, para mal de los casi cuatro millones de alumnos de todos los niveles. Muchos ya se preguntan si en este conflicto que perjudica a chicos y jóvenes no hay alguna otra alternativa. Se habla de poner un boleto especial para el transporte de los maestros y las escuelas primarias de las provincias en conflicto prevén reforzar las clases de lengua, matemática, ciencias sociales y naturales en desmedro de la educación física, plástica y musical, para que los chicos logren los objetivos pedagógicos. Si este caótico cuadro deriva en una generalización del paro por tiempo indeterminado que afecta a Buenos Aires, cabría pensar qué pasará con un adolescente que sólo concurre al colegio como actividad principal cuando se queda varias semanas sin clases, sin obligaciones y sin un lugar social de contención. La solución no pasa por los enfrentamientos. Es imprescindible elaborar alternativas superadoras de este estado terminal de la educación, porque de lo contrario la crisis arrastrará a todos.
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