Alejandro Cachari
Es cierto que los equipos necesitan recorrido para fortalecerse como tales. Pero los primeros partidos suelen dejar algunos mensajes que nadie podrá decodificar mejor que el entrenador, el responsable de que cada uno de sus futbolistas desarrolle en la cancha su máxima expresión. Por caso, en este fútbol de hoy se da mucha ventaja cuando se juega con el perfil cambiado. El tiempo que se tarda en acomodarse para ejecutar la jugada con la pierna más hábil se paga muy caro porque permite la recuperación del adversario. O de lo contrario, obliga a terminar la acción con la pierna inhábil y el final de la jugada es imperfecto. El sábado, Central tuvo su primera aproximación importante sobre el arco de Pontiroli -exceptuando el penal de Carboni a Vitamina a los 10'- a los 15' cuando Erroz, un jugador muy aplicado tácticamente, ahogó la salida del lateral Alvarez por izquierda, le quitó la pelota y quedó mano a mano con el ex arquero de Belgrano. Allí apareció la complicación. Le quedó para la zurda, pero el cordobés confía mucho más en su pierna hábil y la orden del cerebro demandó el remate de derecha que se fue bastante lejos del primer palo. Una instancia muy clara que se dilapidó porque el ejecutor llegó mal posicionado a la definición. Si bien para los tiempos que corren, la polifuncionalidad es uno de los elementos que más se debe tener en cuenta para analizar las posibilidades de un jugador, no hay por qué forzar una situación que podría corregirse. Es decir que un defensor se complique al definir no es raro, tampoco que un delantero tenga más inconvenientes que un marcador para sacarle la pelota a un rival. La situación es diferente cuando lo que se intenta se puede interpretar porque el encargado de ubicarse en una posición diferente a sus características puede resolver la geografía hostil que le toca transitar con su ductilidad. Esto no va en desmedro de Erroz, pero debe reconocerse que el Vasquito el sábado jugó en un sector de la cancha que, al menos por ahora, no le permite rendir lo que puede. Las comparaciones son odiosas, pero Diego Bustos y Silvio González jugaron como carrileros y por momentos de lanzadores en Lanús. Y si bien son delanteros, tienen facilidad para retrasarse y cumplir con tareas diferentes a las que mejor interpretan. A Mauro Cetto le cuesta acomodarse contra la raya, De Bruno necesita tiempo para adecuarse a las tareas de un ocho tradicional y Daniel Quinteros a veces queda descolocado cuando el equipo pierde la pelota porque entre otras cosas, a Central le cuesta mucho jugar si, como el sábado, el único hombre con características de organizador que hay en la cancha es Pablo Sánchez. Tapado Vitamina, es improbable que el equipo de Jota Jota llegue al área de enfrente con juego organizado. Ni tanto ni tan poco. Sólo algunas falencias que se pueden acomodar con el paso de los partidos y los entrenamientos. Por ahora, lo más importante está en los bolsillos de Central: se quedó con los tres puntos en juego.
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