Miramar (Córdoba). - Más que el riesgo país, a los habitantes de esta localidad les preocupa el marcador que arroja diariamente el medidor de nivel de la laguna Mar Chiquita, que desde hace un mes volvió a elevar su caudal. Ya provocó la evacuación de unas cincuenta personas. La laguna ocupa casi 700 mil hectáreas y si se suman los bañados del río Dulce -en su parte norte- supera largamente el millón.
La angustia volvió a instalarse en los 2.500 pobladores de la única localidad situada sobre la laguna de agua salada más grande del país y sus recuerdos se remontaron a los 70, cuando superó el límite de su cauce y desbordó sobre el pueblo, alcanzando niveles hasta entonces desconocidos.
Hoy las aguas están a sólo quince centímetros del récord (ocho metros sobre el cauce normal, registrado en 1985) y afecta a propiedades que ya habían padecido durante la anterior inundación. "Quizás debería haberse prohibido que se volvieran a habitar cuando se retiraron las aguas, pero el problema hoy está presente y no sabemos si alcanzará el nivel anterior o lo superará", resumió el secretario de Turismo municipal, Orlando Martínez.
La razón del aumento en el nivel de la laguna sigue siendo una incógnita. "Todavía se está buscando la causa. Hubo estudios, pero nunca se llegó a una conclusión segura", dijo Martínez. Entre las posibles, se considera el caudal de agua que la laguna recibe de sus afluentes (ríos Primero, Xanaes y Dulce). Además, estudios geológicos revelaron que la cuenca de la laguna se encuentra en uno de los terrenos más bajos del país, en una falla geográfica que hace que las napas escurran hacia allí.
"Está comprobado que en épocas de grandes nevadas el agua de deshielo de la cordillera llega a través de las napas a la laguna", apuntó el funcionario, quien entre las posibles soluciones mencionó la construcción de un canal de desagüe nivelador "pero es casi imposible realizar una obra así desde la laguna hasta el océano".
El mar de Ansenuza
Los cambios climáticos que desde hace 25 años afectan al país y e incidieron en el ecosistema de la laguna también llamada Ansenuza -por su nombre sanavirón- no sólo trajeron aspectos negativos como las inundaciones; también mejoraron las condiciones de productividad de los terrenos. Antes abundaban las salinas y hoy los sembradíos reemplazaron a los chañares. El gran espejo de agua propició más lluvias y mejoró la calidad de la tierra.
Se multiplicaron las aves playeras (hay más de 360); es un lugar de paso de aves que emigran desde Canadá hasta el sur del país. "Hoy estamos en una etapa de pleno desarrollo turístico", dijo Martínez, aunque reconoció que la crecida registrada "frenó un poco el proceso, ya que no se sabe cuál es el nivel máximo que puede alcanzar la laguna y las inversiones dependen de eso".
"En este momento hay disponibles 1.500 plazas y estimamos que para el año que viene habrá unas 400 más", expresó. Todos en Miramar esperan la llegada de septiembre, "cuando la laguna se normaliza", para preparar la temporada de verano. El barro medicinal y las propiedades del agua son dos componentes del llamado "turismo salud" al que se suman safaris fotográficos, deportes náuticos, pesca y la reserva ecológica.
Un lugar junto a las sierras
Algunos proponen soluciones definitivas como trasladar el pueblo o realizar canales y muros de contención. Pero todos coinciden en reclamar al gobierno cordobés que no limite la propuesta turística provincial a sierras y festivales. "Se debe incorporar a Miramar para romper con la estacionalidad del turismo cordobés, pero hacen falta obras para tentar a la inversión privada".
Después el potencial del humedal, las aguas termales y sus poderes curativos, la riqueza natural y la hospitalidad de los miramarenses harán lo suyo para que el mar interior cordobés vuelva a ser lo que fue.