Año CXXXIV
 Nº 49.210
Rosario,
jueves  16 de
agosto de 2001
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Reclaman por seguridad y mayor presencia policial
Denuncian una serie de asaltos a negocios del barrio 7 de Septiembre
Los vecinos se ayudan entre sí para prevenir robos. Varios comerciantes se vieron obligados a mudarse

Eduardo Caniglia

"A mí me salvan de los robos los vecinos y no la policía, que no hace nada con la excusa de que no tiene móviles", disparó la propietaria de una zapatería del barrio 7 de Septiembre, en la zona noroeste. Los robos en el centro comercial de Colombres al 1200 bis, delimitado por las calles Juan B. Justo y Schweitzer, ocurren casi a diario. Los comerciantes ya no saben qué hacer y relatan casos dramáticos, como el del dueño de una casa de deportes que debió mudarse después de sufrir siete atracos en el año.
El último robo ocurrió antenoche y la víctima elegida por los maleantes fue la dueña de un salón de ventas de Juan B. Justo y Colombres. María Roxana Fernández tiene 30 años y hace un año que instaló el comercio. Ayer a la mañana, la mujer abrió el local y se encontró con una sorpresa desagradable: el comercio había sido vaciado.
"Cerré el negocio a las ocho y cuarto de la noche, porque si te quedás hasta las 9 no sabés si salís viva. Cuando llegué hoy (por ayer) a la 8 y media estaba la persiana forzada y faltaba mucha mercadería", explicó María.
En el local ya no quedaban prendas de vestir, paquetes de cigarrillos y otros productos, cuyo valor fue estimado por la comerciante en 800 pesos. Los ladrones también se apropiaron de 150 pesos en efectivo. María sostuvo que los asaltantes no se llevaron más mercadería porque en la parte posterior del local una puerta enrejada les impidió continuar con el robo. De todas maneras, con el botín en su poder, desaparecieron por el "hueco" de la persiana.
Lo curioso del caso, según contó María, es que los ladrones "son viejos conocidos de la zona" que cometen los ilícitos con impunidad. "Los asaltantes suelen estar en la esquina de Tarragona y Juan B. Justo", indicó.
Ayer la comerciante denunció el caso en la subcomisaría 21ª. Allí los efectivos le respondieron que "el único móvil de la seccional no podía patrullar la zona porque estaba afectado a la vigilancia del piquete de la calle Sorrento pero no es cierto porque en ese lugar no hay manifestantes", comentó.

Sin solución
A unos pocos metros, por la misma vereda, un cartel de una inmobiliaria que anuncia la venta del local y logos de algunas marcas son los únicos elementos que indican que allí funcionó un comercio de indumentaria deportiva. Gustavo, el dueño del comercio, decidió mudarse luego de que lo asaltaran siete veces y lo golpearan. "Tuvo que bajar la persiana porque era imposible que continuara con el negocio abierto", recordó María.
A unos cincuenta metros de este inmueble, en Colombres al 1200 bis, Mercedes, la dueña de una zapatería, fue otra de las víctimas de los atracos. Ocurrió cuando un muchacho entró al local en momentos en que su sobrina atendía el comercio. El maleante tras encañonar con un arma a la chica se apoderó de una escasa suma de dinero y de mercadería.
Pero la comerciante también sufrió numerosos intentos de robo, aunque los atracos no se concretaron por la solidaridad de los vecinos. "Cuando me doy cuenta de que un tipo me quiere asaltar golpeo a la casa de una vecina para avisarle", explicó.
La mujer sostuvo que en los últimos dos meses los atracos se incrementaron "notablemente" y recordó el caso de un supermercado ubicado en el centro comercial que fue asaltado, pero sus antiguos propietarios ya no están porque lo vendieron.
En un local lindante con la zapatería, Angela Tettler atiende un salón de ventas y juguetería después de que su hija desistiera de hacerlo después de ser asaltada. Pero la mujer tampoco planea continuar con el negocio. "Lo voy a alquilar porque así no puedo seguir", asegura.
Dos meses atrás Valeria, la hija de Angela, fue visitada por un tal Chirolita, "un pibe del barrio" al que algunos comerciantes apuntan como uno de los autores de los robos. "Mi hija estaba limpiando y entró el pibe con la excusa de que quería comprar golosinas. Cuando ella se dio vuelta, el muchacho le puso el revólver en el estómago y le pidió plata. Pero como no tenía dinero, le tuvo que entregar mercadería", explicó Tettler.
El ladrón escapó del comercio mientras algunos vecinos lo corrían, pero cuando lo alcanzaron apuntó con el revólver a sus perseguidores y los obligó a desistir del intento.
En realidad, el salón de ventas pertenecía a Valeria, pero la chica a raíz del susto que le provocó el asalto no quiso continuar al frente del negocio. "Yo me hice cargo del salón de ventas, pero ahora lo voy a alquilar", aseguró la mujer, aunque finalmente reconoció que los efectivos de la subcomisaría 21ª "patrullan la zona".



María Rosa sufrió el vaciamiento de su negocio.
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