En los pacientes que sufren de estrés, las drogas administradas para ciertas dolencias reducen su nivel de efectividad. La conclusión es reciente y dispara una discusión para la medicina aplicada.
En el ámbito cotidiano existen muchas situaciones que alteran el estado de ánimo de las personas produciéndoles estrés. Se trata de episodios habituales de perturbación, como encontrarse atrapado en el tránsito o en una etapa de conflictos de pareja.
La cuestión es que muchas de las personas que enfrentan esta realidad se encuentran a su vez inmersas en un tratamiento puntual, para lo cual son medicadas con dosis muy precisas que persiguen el efecto pautado por el médico.
Conforme una investigación norteamericana, a un grupo de pacientes diagnosticados con isquemia o flujo sanguíneo reducido se les colocaron unidades electrocardiográficas portátiles que registraban la incidencia de ritmos cardíacos irregulares o eventos isquémicos en un período de 48 horas.
Los pacientes también fueron testeados dinámicamente y se les pidió que informaran cualquier incidencia de angina o dolor de pecho. A su vez se les administraron dos medicaciones.
Si bien el 40 por ciento de los participantes informó que experimentó angina después del tratamiento, entre los pacientes más estresados la incidencia fue del 90 por ciento, es decir, notoriamente mayor que en los no estresados.
La conclusión final es que los pacientes mostraron un promedio de 5,5 por ciento menos de episodios isquémicos después del tratamiento, pero entre las personas más estresadas promediaron una mejora de sólo un 4,4 por ciento.
Enemigo del corazón
"Tenemos en nuestro poder datos que indican cómo el estrés mental, igual que el físico, pueden desencadenar cambios no saludables en la actividad del corazón", dijo el investigador principal Thomas Rutledge, psicólogo de la Universidad de Pittsburgh, quien llevó a cabo el estudio.
Sin embargo, alertó que mientras el número de programas de intervención de comportamiento ha mostrado efectividad en el mejoramiento de la calidad de vida y la longevidad de los pacientes cardíacos, una investigación adicional es necesaria para determinar las intervenciones más efectivas para pacientes específicos.
"No hemos podido determinar exactamente cómo intervenir a estas personas. Si las medicamos con antidepresivos o les enseñamos técnicas de relajación", dijo el investigador mientras admite que las respuestas a sus incógnitas están siendo evaluadas en el ambiente científico de la medicina.
Otra comprobación
Jane Irvine, psicóloga del Hospital General de Toronto y profesora asistente de psiquiatría de la Universidad, declaró que los resultados del estudio de Rutledge son coincidentes con su propia investigación publicada simultáneamente por la revista Medicina Psicosomática.
"Establecimos que el número de muertes por enfermedades cardíacas se incrementaba cuando el nivel de depresión aumentaba y el contacto social se reducía", sostiene Irvine.
La incidencia negativa del estrés sobre los tratamientos parece estar probada. Queda develar la incógnita de si resulta óptimo suministrarles a este tipo de pacientes un tratamiento personalizado.