Mientras en la Argentina los productores intentan sobrevivir en medio de la crisis generalizada, en distintas partes del mundo se están definiendo temas que pueden ser fundamentales para el futuro del sector agropecuario. En Brasil, el gobierno está dando la batalla final para la aprobación de la soja transgénica, en Europa, el órgano ejecutivo comunitario está dando las puntadas finales a un proyecto de reglamentación para identificar los alimentos que contengan organismos genéticamente modificados y, en Estados Unidos, el Congreso abrió la etapa de discusión sectorial del borrador de una nueva ley agrícola para el período 2002-2011.
Todos estos movimientos se producen a tres meses de que sesione en Qatar una nueva conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que intentará lanzar una ronda de negociaciones internacionales sobre comercio, después del fracaso de la reunión de Seattle. En un mercado mundial al que las potencias vuelcan más de 300 mil millones de dólares en subsidios, y plagado de chicanas comerciales y trabas paraarancelarias, los temas que por estos días se están debatiendo en distintas partes del globo tendrán su impacto en Argentina.
En el caso de la soja, principal producto de exportación del país, en Argentina acaba de finalizar una campaña récord de más de 25 millones de toneladas. En poco tiempo más comenzará la danza de los números para la campaña gruesa 2001/2002. En ese punto, pero ya se prevé un importante aumento de la intención de siembra en Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia, que conforman un bloque responsable del 40% de la producción mundial.
La semana pasada, el gobierno brasileño publicó un decreto autorizando la siembra de soja resistente a glifosato (RR), convirtiéndose en el último de los grandes productores de la oleaginosa (EEUU, Brasil, Argentina y China) que legaliza la semilla transgénica. Aún con el decreto oficial, la medida debe sortear todavía una prohibición judicial .
Para la consultora Granar, el efecto inmediato de la liberación de la soja RR en Brasil (en caso de que se efectivizara) podría ser el de un aumento significativo del área sembrada, repitiendo el salto productivo que empujó esta tecnología en Argentina. Esto es, pensando en la próxima campaña, un aumento de producción que puede presionar sobre las cotizaciones.
En lo estructural, se trata de un cambio sustancial en la relación entre países productores y consumidores ya que casi el 80% de la oferta mundial de la oleaginosa provendría de países en los que se autoriza la siembra de OGM (EEUU, Brasil y Argentina).
"Si Brasil autoriza finalmente la siembra de soja transgénica reforzará la posición argentina en el sentido de que los países compradores no podrán decir que importan productos brasileños porque en Argentina el 90% de la área sembrada es con RR", señaló Ernesto Liboreiro, titular del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales (Inai).
Aunque el mercado está aún lejos de convalidar en primas de precios la diferencia entre soja OGM y convencional, existen ciertos mercados de alto poder adquisito en las cuales se pagan sobreprecios (también hay sobrecostos) por la segunda.
En ese sentido, un informe de la corredora rosarina Grimaldi Grassi, estima que "si los compradores internacionales comenzaran a tratar a Brasil como país productor de soja transgénica, es probable que los diferenciales con Argentina vuelvan a la normalidad".
La importancia de este tema se juega en el plano internacional, donde los transgénicos son motivo de debates científicos pero también comerciales. Este mes, la Comisión Europea está por definir un proyecto de reglamentación más estricto para identificar los alimentos genéticamente modificados.
De ser aprobada, la reglamentación exigirá el rotulado de todos los alimentos derivados de OGM, aún cuando ya no contengan ningún ADN o proteína modificada.
Para Liboreiro, del Inai, los términos del proyecto de resolución europea "son muy duros con los transgénicos" porque "incluye todos los productos para uso animal y humano en los que haya participado la biotecnología y va más allá porque obliga a etiquetar alimentos en los que incluso no se puede identificar ADN".
El especialista estimó que "como en Argentina el 95% de la producción es con soja transgénica, tendrá que rotular diciendo que todo tiene OGM y los consumidores de Europa tendrán que hacer la división frente a productos de otro origen, y eventualmente pagar un precio más por la soja convencional".
Guerras comerciales
Si es reduccionista limitar el debate sobre los transgénicos a la consecuencia de una guerra comercial, también es ingenuo pensar que una y otra cosa no está relacionada.
Es que al tiempo que la biotecnología revolucionó la producción agropecuaria, la caída de los precios internacionales alimentó una resurrección de los mecanismos de protección y subsidios de distinto tipo en el comercio mundial, incluyendo la producción agropecuaria.
Estas tensiones hicieron eclosión en la cumbre de Seattle hace más de un año, abortando la posibilidad de retomar las negociaciones sobre liberalización del comercio que se habían iniciado con la Ronda Uruguay. El tema es clave para la Argentina, que exporta casi 14 mil millones de dólares en agroalimentos.
Ahora, cuando las principales potencias negocian el lanzamiento de una nueva ronda de discusión, se abre tímidamente el juego en temas fundamentales.
Liboreiro lo explicó: "Hay dos negociaciones internas, en este momento, que son de enorme importancia. Una es la discusión de la nueva ley agrícola en EEUU, que podría limitar el volumen de pagos directos a los productores; y otra es la revisión de la Agenda 2000 en la Unión Europea (rediscusión de la Política Agrícola Común), que podría adelantarse un año".
El especialista consideró que estas decisiones son claves porque "puede estar indicando que tanto en EEUU como en la UE estén tratando de volcar el presupuesto que dedican a subsidiar la agricultura, a atender otras necesidades".