Santiago Cortez
En el corazón de la Costa del Sol, Málaga embriaga como sus vinos, palpita alegre en la simpatía de su gente y nos deja enamorados de una geografía urbana sencilla y exquisita a la vez. Sexta en el ranking de ciudades turísticas españolas, es capital de la provincia homónima y en ella viven 600 mil almas. Y si bien la Semana Santa es el gran atractivo para propios y extraños, por el magnífico despliegue de sus cofradías que ganan las calles para pedir perdón por los pecados cometidos, la Feria de Agosto pone el acento andaluz en una celebración que eleva más la temperatura del verano boreal. Por año esta milenaria ciudad, que se despliega en la falda de una cadena serrana conocida como Los Montes, recibe 8 millones de visitantes, de los cuales el 25% corresponde al turismo interno y en el resto predominan los ingleses, seguidos muy de cerca por los alemanes. En su casco antiguo, frente a la plaza de la Merced -en cuyo centro se yergue el obelisco en homenaje al general Torrijos, fusilado durante el reinado de Fernando VII- se encuentra la casa natal de Pablo Picasso (hoy sede de la fundación homónima), quien junto a Antonio Banderas es figura emblemática de la ciudad. En el 2002 abrirá sus puertas en el llamado Palacio de los Condes de Buenavista el museo que llevará su nombre, a unas dos cuadras de allí. Obras donadas por Christine y Bernard Ruiz Picasso integrarán la magnífica colección para ser exhibidas. El legado alcanza a 186 trabajos representativos de todos los períodos del artista, que se reparten entre óleos, dibujos, grabados, esculturas, dibujos y cerámicas. Dos catedrales La vida social malagueña transcurre en sitios donde el culto a la buena comida y bebida alcanza estatus popular. Uno de ellos es la Antigua Casa de Guardia, fundada en 1840 -actualmente ubicada en la Alameda Principal, pegadita a la delegación del gobierno autónomo- y de cuyos toneles brotan generosos e irresistibles vinos (dulces) como el pajarete (moscatel), lágrima y el mismo málaga, cuyos costos rondan las 130 pesetas el vaso, al que igual que una cerveza bien tirada. Esta taberna (como dicen aquí, una de las dos catedrales, la otra es la estrictamente eclesiástica) ha sido visitada por reyes, como Isabel II; también intelectuales, políticos y artistas, y premiada como empresa señera de la cultura malagueña. Con 800 pesetas más pueden pedirse unas tapas -calamares, mejillones y sigue la lista- que acortan la espera del almuerzo o bien la cena. Pero no puede perderse un plato de boquerones, pescado típico que identifica con su nombre a los malagueños. Una buena mesa espera en el Parador de Gibralfaro, antiguo castillo ubicado en el balcón serrano que domina la bahía que costea la ciudad. En su interior los comensales pueden admirar obras originales de Picasso y paladear creaciones de la cocina regional e internacional. Para llegar hasta él la ocasión puede pintar interesante y aprovechar el paso por frente a la Alcazaba, fortificación levantada durante la ocupación mozárabe. También se exhiben al paseante un teatro romano, que pronto tendrá su rescate arquitectónico, y vestigios fenicios. Todos estos pueblos forman parte de la historia de la antigua Malaca, reconquistada por los Reyes Católicos en 1487. Tras pasar por la fuente de las Tres Gracias, aparece la plaza de toros, más conocida como La Malagueta, construida en 1878 y con capacidad para 14 mil almas. La temporada taurina comienza el Domingo de Resurrección, con una entrada que trepa a las 6.500 pesetas. El palacio de Justicia funciona en un antiguo hotel y toda la ciudad rebosa de Santa Ritas, rosas y geranios. Desde la plaza del Obispo se pueden contemplar la catedral y el palacio episcopal, que data del siglo XVIII. La primera, con su fachada barroca e interior renacentista, está abierta al turismo todos los días. La sillería del coro es obra del genial Pedro de Mena, escultor insigne del barroco español. En el Museo Catedralicio, además, se exponen magníficas obras de pintura, escultura, orfebrería, bordados y libros de coro. Muy cerca de allí se abre la Abadía del Císter, que alberga un museo dedicado a la obra de Mena y sus hijas. En el conocido pasaje de Chinitas, su entorno y calles adyacentes, se concentra una amplia oferta de mesones tradicionales y bares de tapeo, en cuyo interior la invitación a quedarse para paladear un rico bocado no está de más. Al salir de Chinitas, se baja por Larios, arteria principal y eje comercial de la ciudad. También conviene darse una vuelta por el Museo de Artes Populares, ubicado en el pasillo de Santa Isabel, en un bello edificio del siglo XVII. Está habilitado de lunes a viernes, de 10 a 13 y de 17 a 20; los sábados sólo por la mañana. Una voz para el pregón El segundo viernes de agosto de este año, como tradicionalmente sucede, un malagueño ilustre ofrecerá antes de la medianoche el Pregón de la Feria desde el balcón del Ayuntamiento, frente a miles de ávidos conciudadanos y visitantes, para inaugurar oficialmente la Feria de Agosto. Cuando lleguen las doce un impresionante espectáculo de fuegos de artificio, luz y sonido sucederá por espacio de media hora y de inmediato la música, el baile y el disfrute ganarán todos los espacios del parque malagueño. Pero esta noche no sólo es digna ocasión para el flamenco; también se interpretan sones caribeños y otros que satisfacen todos los gustos y prolongan la celebración hasta que el sol da los buenos días. Algarabía popular Cada día de feria (este año se extenderá del 11 al 20 de agosto) el centro de la ciudad, con la calle Larios a la cabeza, gana el estatus de punto obligado para el encuentro social. La algarabía popular encuentra focos de expresión en plazas como la Merced, con su Festival de Verdiales, o en la Marina, con el Festival de Folclore Internacional. Música y gastronomía cruzan el paso del feriante, a quien también se le ofrece una oportunidad para asistir en la noche sabatina a la corrida de toros en La Malagueta, con su concurso de enganches Ciudad de Málaga. El origen de esta fiesta popular se remonta a 1491, cuatro años después de la entrada de los Reyes Católicos, que reconquistaron la ciudad a manos de los moros. Las autoridades municipales instauraron la realización de la feria, cuyo brillo resurgió hacia fines del siglo pasado, al conmemorarse el cuarto centenario del hecho histórico. De este modo, la celebración ha llegado a convertirse en un acontecimiento abierto, cosmopolita, que acapara en el verano boreal la atención del turismo europeo. Cerca esperan otras joyitas, como Torremolinos, Benalmádena y Marbella. Pero ese es un recorrido extra en el que alguien, en un arrebato de fantasía, puede correr el fantástico riesgo de quedarse eternamente enamorado y no querer partir nunca más.
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