Año CXXXIV
 Nº 49.191
Rosario,
sábado  28 de
julio de 2001
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Dos rosarinas con fusiles hispánicos
Son hermanas y están a gusto con la experiencia. Viven cerca de Madrid y ya recibieron su primer salario

Hace un mes las hermanas Silvina y Rosalía Kriwoj armaron sus maletas en la casa de zona sur y partieron a enrolarse en el ejército español. Un horizonte laboral incierto en Rosario las animó a probar suerte. Ellas integran el grupo de 16 jóvenes de la ciudad con ascendencia española que resolvieron probar suerte calzandose el uniforme militar en aquel país. El caso de ellas es distinto de los que, desanimados o indiferentes, renunciaron a la milicia: hasta ahora aseguran estar encantadas con la experiencia.
Silvina tiene 18 años, terminó la secundaria el año pasado en el Colegio Del Huerto y tuvo un corto paso por la Facultad de Derecho. Rosalía, de 20, se había quedado de trabajo a principios de este año. Cansada de buscar resolvió acudir a la convocatoria de las Fuerzas Armadas españolas. Superó sin problemas, al igual que su hermana, los tests de aptitud física y psicológica. Y antes de partir se casó para poder viajar junto a su marido. Igualmente no sólo la difícil perspectiva de trabajo las impulsó a irse: las dos fueron militantes de la agrupación scout Santa Teresita y siempre las sedujo el entrenamiento deportivo y la vida campamentera.
Las dos hermanas accedieron a la ciudadanía española porque su abuelo materno nació en Asturias. Hoy viven en la base de Cuatro Vientos, en las afueras de Madrid. El pasado lunes cobraron su primer sueldo en los términos que habían sido comprometidos en el alistamiento. Se encuentran en plena instrucción militar, que se prolongará dos meses más. Ya saben que ambas se desempeñarán en áreas de labor administrativa de las Fuerzas Armadas españolas.
"En la última conversación telefónica me dijeron que estaban demasiado bien", cuenta a La Capital Nelly Kriwoj, la madre de las chicas. Habló el sábado pasado con ellas. Le remarcaron entonces que se sentían dichosas y que habían recibido, según sus palabras, un trato humano excepcional. "Silvina se luxó un dedo jugando al basquet en su tiempo libre. Nos comentó que le habían brindado una atención maravillosa", recuerda Nelly.
Las jóvenes les dijeron a sus padres que estaban al tanto de casos de argentinos que habían desertado del ejército. Así lo describió la mamá: "Ellas cuentan que hubo de todo: quienes se decepcionaron porque esperaban otro tipo de vida o quienes por tener familia allí pudieron conseguir un empleo mejor pago. Y que incluso hubo chicos que utilizaron la posibilidad del ingreso al ejército sólo para llegar a España".


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