Imaginar una población afectada, que va desde etapas tan tempranas como la prepubertad (10 a 12 años o antes, desde la primera infancia) hasta entrados los 20, nos lleva a pensar que difícilmente encontremos dos formas iguales de presentación en el acné.
Los hay inflamatorios, con lesiones rojas, a veces exudativas o secretantes, que llevan rápidamente a la consulta, tal vez por ser las menos aceptadas socialmente, y las no inflamatorias, que presentan un claro predominio de comedones o puntos negros y pequeños quistes blancos, llamados "milium".
Más allá de las características del cuadro clínico, tal vez el factor más importante en la determinación del tratamiento, será establecer cuáles son las causas que impiden su resolución. Entre esas causas existen la genética y el factor hormonal cuya influencia es tal, en el curso de la enfermedad, que deben ser investigados.
Es ampliamente conocido el efecto de los andrógenos sobre la piel, ellos son los causantes de la seborrea, la presencia de pelos en determinadas regiones del cuerpo con patrón masculino, la caída en otros sitios, entre otras.
Cuando se hallan en niveles elevados o en desequilibrio con los estrógenos, estas hormonas masculinas, que no son exclusivas de los hombres, sino que también las fabrican las mujeres en los ovarios y las suprarrenales, pueden provocar un acné que responde pobremente a los tratamientos habituales.
La causa más común de acné en las mujeres en edad fértil, suele ser este disturbio hormonal, llamado androgenización, y puede deberse a poliquistosis ovárica o aumento en la actividad de las glándulas suprarrenales.
Comenzando el tercer milenio podría decirse que los tratamientos continúan la línea directriz trazada. Los tratamientos básicamente centran su atención en:
u Higiene de la piel.
u Agentes antibióticos tópicos y sistémicos, antiinflamatorios, queratolíticos.
u Una supervitamina, que por ahora parece ser el único con poder curativo, pero cuya utilización no se puede generalizar.
Lo último
Lo que se presenta como novedad es la terapia de la luz, basada exclusivamente en eliminar el germen que coloniza las lesiones del acné.
Pero esta no es la única causa de las lesiones inflamatorias, por lo cuál pese a lo promisorio de los resultados preliminares presentados en numerosos trabajos científicos, sólo se consigue desinfectar el acné. Y esto por un tiempo hasta ahora relativamente corto.
¿Cómo trabaja? Se trata de una luz de color azul no coherente (no es un láser) que es captada por una sustancia que segrega el germen llamada protoporfirina. El resultado es el "ahogo" del mismo en oxígeno.
En principio, este tratamiento se realiza mediante una sesión de aproximadamente 15 minutos de exposición a la luz, dos veces por semana, hasta totalizar las ocho sesiones. Además el paciente deberá usar un jabón especial y algún hidratante, como única medicación adicional.
Con esto se consigue un descenso dramático de las lesiones y de la concentración del germen en la piel, sin ingerir ninguna otra sustancia como antibióticos u otras.
La luz se ha convertido en la herramienta que más estudios y atención reciben en la actualidad en referencia a los usos terapéuticos y de diagnóstico que ofrece como aplicación.
También se están haciendo numerosos trabajos de investigación respecto de la utilización del láser para el tratamiento de patologías como la psoriasis y el vitiligo.
Habitualmente los pacientes, hacen referencia a numerosos tratamientos y vienen en busca de soluciones rápidas y efectivas. Está en los médicos brindar la información adecuada y la contención necesaria mientras se llevan a cabo los estudios pertinentes. A veces tan sólo la palabra tranquilizadora hace el milagro de sentirse ya, en el camino de la curación.
Nora Romero
Dermatóloga