Daniel Leñini
Industriales, empresarios y banqueros destacados de la región consideraron a las migraciones internas provenientes del norte como una de las causas que ayudaron a que Rosario figure segunda entre las capitales del país con mayor desocupación: 20,2 por ciento, detrás de Catamarca. La medición oficial conocida el jueves pasado cayó mal a todo el mundo y el intendente Hermes Binner dijo que los bancos son los que perjudican cobrando tasas tan altas. "Binner tiene razón", cedió de entrada Carlos Celaá, director del Bisel Credit Agricole, principal banco con sede central en Rosario. "Estas tasas hacen difícil cualquier emprendimiento pero son excepcionales; cabe esperar que el país vuelva a la normalidad", señaló el directivo en diálogo con La Capital. Pero luego Celaá colocó el tema. Puso en la mira la política social que se instrumenta en la ciudad y dijo: "Rosario ha sido muy generosa en este sentido, lo que debe merecer un gran elogio. Pero indudablemente no ha podido absorber la gran demanda laboral que generaron las migraciones. No digo que haya que eliminar el asistencialismo -aclaró-, pero hay que buscar una salida seria para fomentar las actividades productivas y crear más trabajo". Roberto Paladini, principal industrial exportador, opinó que el índice de desocupación "es enorme, producto de las equivocadas políticas nacionales de los últimos años y la corrupción. Aunque en la región dos razones lo acrecientan: el perjuicio que sufrió el polo industrial y que la ciudad es el centro de mayor concentración migratoria del país". "Rosario atrae inmigrantes que por su escasa capacitación nunca tendrán empleo estable; serán desocupados estructurales dedicados al cirujeo o mendicidad", opinó Paladini. "Este tema no debe ser de resorte sólo municipal: debe intervenir la Nación con soluciones y asistencia en los lugares de origen, las provincias del norte". José Censabella, de Sipar aceros, también encontró en la destrucción de las industrias carrocera, bicicletera, de artefactos del hogar, maquinaria agrícola, la causa principal de la desocupación. "No hay aranceles para los productos importados", se lamentó. Y recién después apuntó a la mano de obra poco calificada que llega del interior. "Se nos están yendo al exterior los rosarinos preparados", dijo. "Es un tema que hay que empezar a debatir pero con mucho cuidado y sin ánimo de marginar a nadie, por favor". Salvador Distéfano, de la Fundación Libertad, relativizó el asunto: "El problema de los inmigrantes es real, pero también es un fenómeno que existió siempre: hace años que llegan chaqueños a Rosario y sin embargo la desocupación es más alta ahora, así que el problema hay que buscarlo por otro lado. Para mí, una de las causas es que Rosario no tiene sector público como el resto de las ciudades censadas. Y que la fortaleza de la región está ligada al agro, y a éste le va mal desde 1997 por la caída de los precios de los cereales". Aldo Latucca, empresario de la construcción, estimó que las causas de la desocupación son "el desfinanciamiento de las empresas, las altas tasas de interés y también los vaivenes políticos. Pero en Rosario se agrega el pie de plomo del poder político sobre cualquier iniciativa. Todo proyecto que se presente o que deba pasar por el poder político se termina transformando en una negociación desgastante, en un toma y daca constante. Esto no ocurre en otras ciudades", aseguró. Roberto Villavicencio, presidente de la Asociación de Clínicas y Sanatorios, dijo que el desencadenante sigue siendo "la paralización de la producción, la recesión que padece el país". Empero opinó que en Rosario "debería estudiarse un mecanismo que evalúe las posibilidades reales de seguir recibiendo habitantes externos. La asistencia surge de los aportes y contribuciones de los habitantes y nativos de Rosario, y hay que preguntarse si se les pueden aumentar todos los años", advirtió. Elías Soso, titular de la Asociación Empresaria, declaró: "A mí no me sorprende el índice superior al 20 por ciento de desocupación porque no hay alternativas, y va a ser mayor todavía si no se aumentan los salarios para que la gente consuma y se regenere la cadena productiva". José Fantini, secretario general del Sindicato de la Carne, confirmó que "ya van 500 obreros suspendidos como consecuencia del cierre de los mercados externos por el mal de la fiebre aftosa. Hay que obligar a los frigoríficos que funcionan en la ciudad a que compren carne en la provincia y no la traigan de Buenos Aires: son un 1,3 millón de kilos mensuales que consumen los clientes rosarinos".
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