"Fue un clima muy distendido. A los conductores que demorábamos en el parque cerrado se los atendió con café y se quedaban hasta que recuperaban los reflejos para conducir", contó un padre, y lo describió con esta anécdota: "Un chico que se tuvo que quedar hasta las 8.30 no paró de hacer bromas en toda la noche y se ganó el cariño de todas las madres que lo cuidaban. Incluso, fue a la estación de servicio y compró medialunas para todos". La reacción ante los controles de alcoholemia es imprevisible, pero en San Lorenzo todo ocurrió con calma. "Puede llegar a haber alguna actitud agresiva, pero por suerte se entendió el mensaje y no pasó nada", aseguró un padre.
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