Sergio Marchi
¿En qué trabaja la mente de Charly García cuando él trabaja, es decir, cuando toca? Nadie puede saberlo, ni siquiera Nito Mestre que lo conoce mejor que nadie. ¿Sería muy ingenuo de mi parte preguntar? Seguro que sí, pero corro el riesgo, después de ver discurrir sus dedos sobre el teclado en plena asociación libre, hilando un popurrí de temas de Sui Generis sobre los que trabaja incesantemente. "Estaba pensado en el «Si»", explica. Yo entiendo más o menos a qué se refiere, pero tal vez ustedes no. En principio, el Si es el fin de la escala musical convencional -Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. ¿Es el Si, entonces, un trampolín? La respuesta es "Sí". "Si lo ves como un trampolín -me dice Charly-, el Si es el encargado de empujar al Do, que es un gordo. También el Si es un final que lleva al principio nuevamente, ya que después del Si viene inmediatamente el Do, que no es el mismo Do sino que es otro". García sabe de trampolines: una vez se tiró de uno que medía como nueve pisos. Y de música, ni hablar. De manera que este "Si" puede ser interpretado como un final que remite a un principio. Y en el principio, estaba Sui Generis. Por eso, este "Si" también actúa como un espejo que actualiza el repertorio de Sui Generis con una mirada actual. Es un espejo deformante, ya que los temas se grabaron en vivo frente a una multitud, y después García los modificó en estudios de grabación. No es cosmética, es manipulación genética del ADN de las canciones. En el Sui Generis original, las canciones eran étnicamente puras; no habitaba en ellas el pecado. Nito y Charly recién daban sus primeros pasos musicales, por lo que su curtición callejera era incipiente y prevalecía en ellos la educación musical y escolar que habían recibido hasta el momento. Pero ahora, en el 2001, tanto Nito como Charly tienen décadas de calles pateadas sobre sus espaldas. Y eso modifica absolutamente la intención de la música. "Yo tenía muy poca experiencia -aclara García- no había cogido, casi, no había bebido, no había tomado drogas. Todo estaba muy fresco, y los prejuicios también. Ahora, la cosa es diferente". Pues bien, estamos entonces ante un revisionismo histórico del autor al consumidor. "Es por eso -continúa García-, que escuchás más blues en canciones que, por ahí no lo tenían, pero muy sumergido. Tenía que ver con el respeto que yo tenía por esa música, pero también con una información que me faltaba y que ahora tengo. Fijate". Y ahí mismísimo se pone a jugar con "Canción para mi muerte" y "Purple Rain", de Prince, tan similares en estructura y acordes. "Por eso no es tan importante respetar los arreglos de las canciones como otorgarles la mirada de hoy", resume y pasa a otra cosa. La pirámide. La famosa pirámide de la habitación de García. El había encontrado la forma de ver una pirámide en la pared que está frente a su cama. Dos líneas con una base, que conforman un contorno piramidal. Esa figura fue examinada en su momento por Yoko Ono, quien le reveló que la pirámide debía mirar al Este, y que las líneas eran personas. Pero esa pirámide, hoy es pasado, y las líneas y las personas siguieron sus caminos. Dos de esas líneas se encontraron en un punto, el Si de esta cuestión, y después continuaron de largo, formando a su vez otra pirámide. Pero para que esta pudiera constituirse haría falta otra base. Sí, este compacto doble, es esa otra base. Es el comienzo y el fin, es un vértice y un espejo, es un punto de encuentro y una despedida. O un nuevo saludo. Como lo quieras ver. Que lo disfrutes. Texto incluido en el booklet del CD "Si"
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