La incursión en Rosario del ministro Juan Pablo Cafiero dejó, al menos, sensaciones contradictorias. Por un lado, se debe rescatar su gesto de estar en el lugar donde hay acuciantes problemas sociales. Lo hizo en Salta, con los piqueteros de General Mosconi y, pese a las críticas que recibió, lo reiteró aquí. Una actitud que no debería tener nada de extraordinario pero que, ante lo infrecuente que resulta de parte de los funcionarios y la lentitud exasperante de muchos de sus pares, que suelen mirar el país desde los despachos oficiales, se destaca con nitidez. No obstante, también quedó instalada una amarga sensación: no trajo paliativos concretos para la angustiante situación social que atraviesan miles de rosarinos, que hoy carecen del mínimo sustento para hacer frente a un contexto de miseria y desolación.
Cafiero se reunió con el intendente Hermes Binner y con el gobernador Carlos Reutemann y, después, escuchó las demandas de muchas familias de desocupados. El titular de Desarrollo Social prometió refuerzos en las partidas alimentarias para la ciudad y acelerar la tercera entrega de la caja "Unidos", aunque no pudo brindar precisiones que alienten una expectativa inmediata. También dijo que quiere que el seguro infantil, para los chicos de la calle, esté funcionando antes de fin de año. No dejan de ser, por ahora, más que promesas y expresiones de buenos deseos.
En el Centro Municipal Distrito Oeste entregó escrituras a ex habitantes de Villa Banana, que ahora están radicados en un nuevo barrio construido en el marco del programa Rosario Hábitat. Fue, en definitiva, lo único concreto de su visita.\Algo quedó reflejado con suma claridad: el ministro no dispone de más fondos para apagar la necesidad social. En un país jaqueado por una recesión tan profunda como prolongada, con el riesgo país desbocado, tasas de interés asfixiante, caída de la recaudación, déficit fiscal y persistentes rumores que enturbian el clima político, la ayuda a los marginados no ocupa un lugar prioritario. Más bien, se intentan apagar los incendios cuando las llamas ya se ven desde lejos. Nunca se piensa en prevenirlos. Es una política que tiene un riesgo grande: el incendio se puede volver incontrolable.