U.G. Mauro
"Me gusta particularmente bailar ritmos populares, pero hay que destacar que no es una novedad en la danza sino algo que se viene haciendo en los grandes festivales de danza del mundo desde hace mucho tiempo. Si hay alguien dentro de la danza clásica a quien no le guste esto, es sólo una cuestión de gustos que yo respeto. En mi caso sólo se trata de seguir creciendo y haciendo cosas siempre diferentes", expresó en diálogo con Escenario el bailarín Julio Bocca, quien junto a su compañera Eleonora Cassano y la compañía Ballet Argentino que dirige, se presentarán los próximos viernes y sábado, a las 21, en el teatro El Círculo. Julio Bocca, de 34 años, que viene de representar al país durante la Semana Argentina en España junto a Mercedes Sosa, Adriana Varela, Fito Páez, León Gieco y Víctor Heredia, ratificó su firme voluntad de dejar de bailar cuando alcance los 40 años de edad. El bailarín también remarcó su voluntad de dedicarse en todo lo que pueda a la labor actoral, tema sobre el que además anunció su pronto debut junto a Betiana Blum en el unitario "Tiempo Final" (ver aparte) y su próxima participación en un filme de Alberto Lecchi junto a Enrique Pinti y Norma Aleandro y por último, tras destacar que son pocos los críticos que efectivamente saben de danza, reconoció el fundamento de algunas críticas a su labor profesional efectuadas por la prensa extranjera. -¿Te complace que en Italia, por ejemplo, se te considere "el Maradona de la danza", o sentís que es una comparación poco afortunada entre arte y deporte? -Cuando se dice algo así, se trata fundamentalmente de un gesto simpático y nada más. Creo que una sencilla referencia al carácter popular de lo que uno hace. Además, aunque nos duela a los demás (risas), es la única persona a la que citan en cualquier parte cuando vos vas y decís que sos argentino. -A propósito de lo popular ¿cómo crees que toman esas actitudes tuyas de bailar tango los críticos más ortodoxos? -No sé si a alguno le molesta que me dedique en parte a los ritmos populares, pero no creo que se molesten mucho porque al fin y al cabo es parte del crecimiento mostrado por la danza. En todas partes del mundo hay grandes festivales de ballet en los que lo que se usa es cualquier tipo de música. Calculo que puede haber alguien a quien no le guste lo que uno hace, pero nadie los obliga a que vaya a verme, así que queda en el gusto de cada persona. Por mi parte, voy a seguir creciendo y haciendo cosas diferentes y punto. -Al margen de que interpretar danzas populares sea una opción personal ¿sentís que impusiste un criterio a nivel internacional en ese sentido? -No creo haber impuesto nada fuera del país; es algo que hace muchos años se está haciendo. Lo empecé a hacer aquí porque me gusta y porque soy de la idea de que toda la música se puede bailar. Además, es un recurso legítimo para llegar a otra clase de público que no se animaba a ver ballet porque no le gusta la música clásica o no sabe qué es un ballet y piensa que puede ser aburrido. Así, con otros estilos de música, incorpora la estética del movimiento. -Cuando trabajás sobre lo popular, ¿hasta qué punto aplicás la técnica ortodoxa del ballet y cómo adquirís la de lo popular? -Siempre se trabaja con coreógrafos; lo que uno hace es pedirle a ellos que hagan su trabajo y luego se lo interpreta. Depende mucho más del coreógrafo que de mí. El es quien se ubica primero y yo lo que hago es tratar de que todo tenga un estilo diferente. Esto se logra estudiando lo mejor que se pueda al personaje, recurriendo a libros, películas, teatro o lo que sea útil para después volcarle la vivencia de cada uno en la composición del personaje. -¿Para bailar tango u otras danzas populares se deben tener determinadas vivencias específicas o basta con la técnica clásica? -Siempre fui de la idea de que ambas posiciones son válidas. Posiblemente sea muy cierto que, supongamos, una danza folclórica te llegue mucho más si sos un persona que vivió donde esas danzas son costumbre, pero creo que todo argentino tiene algo -por ejemplo- de tanguero, por aquello de ser un poco tristes y quejosos. Recuerdo que una vez Juan Carlos Copes me dijo: "Vos hoy a un pendejo le ponés un saco y un sombrero y ya por la forma de caminar que adopta es un tanguero hecho y derecho". -¿Es tan así para vos? -Si, absolutamente, porque vivir lo cotidiano es vivir algo folclórico; es vivir un tango. -¿El crear coreografías es una etapa superior dentro de la danza o es un momento más de la profesión? -No. Creo que es otro momento más de la profesión, momento en que algunos tienen capacidad o ganas para desarrollarlo y otros no. De mi parte, es algo que no siento como una necesidad y además no me siento capaz para hacer. -¿Es demasiado difícil? -No. Creo que requiere imaginación y otro montón de cosas que siento que quizás no tengo. Pero si yo voy a interpretar una obra clásica en la cual a veces uno hace, por ejemplo, un pas de deux clásico como "El Quijote" o "Cascanueces", uno lo que hace dentro de la coreografía original es tratar de cambiarle algunos pasos para que a los bailarines que lo hacen en esta época les quede mejor. En eso si me siento seguro y tranquilo, pero hacer algo totalmente nuevo, ahí ya no. -¿Quiere decir que hay márgenes para la improvisación? -Si, seguramente. Además a mí, cuando trabajo con un coreógrafo me gusta que estos trabajen con el bailarín y no que venga a imponer pasos a ejecutar. Un buen coreógrafo es aquel que sabe trabajar con el talento de cada bailarín. Así le sirve correctamente a la coreografía misma, al bailarín y al público. -¿El haber optado recientemente por un personaje cómico en "La Cenicienta" indica que te estás cansando de lo clásico o lo ortodoxo? -No se trata de cansancio; creo que uno va creciendo y cambiando, tratando de buscar cosas nuevas para no quedarse en el mismo lugar. Lo que hice fue interpretar a una de las hermanastras de Cenicienta, lo cual dentro del ballet era un personaje importante que contaba toda la historia de un modo muy divertido. Para mí era valioso mostrar mi faceta actoral artística y más al hacerlo en Nueva York. Allí hace 15 años que trabajo y ya saben cómo bailo el Príncipe de "Cenicienta". Se trata simplemente de hacer cosas diferentes para el público. -¿Qué dificultades presenta hacer humor con la danza? -Realmente es muy difícil hacer reír por medio de una coreografía. De por sí el trabajo cómico es mucho más difícil que el dramático y más aun si se lo traslada a un ballet, donde todo es gestos y movimientos sin palabras. Por suerte resultó muy bien. El público salió contento porque además fue como una pequeña sorpresa ya que nunca lo anunciamos. -¿El público tiene una idea clara sobre qué es la calidad en materia de danza? -Me parece que la gente va y disfruta o no. No creo que se pueda entender la danza y que no haya mucha gente en el mundo que realmente lo pueda. Además, como se supera día a día, hasta a los críticos les ocurre algo parecido. Hay pocos sobre los que se puede decir que entiendan realmente. Si le preguntás cómo es la colocación de una pirueta quizás sí sepan la posición, pero cómo realmente se la busca, creo que no lo saben. El que sabe busca la limpieza y la calidad del movimiento. -¿Alguna vez le diste la razón a algún crítico que cuestionó alguna presentación tuya? -Si, por ejemplo en Nueva York. Este año en una crítica me señalaron que hice las cosas bien, pero que se notaba que estaba cansado. Estuvieron bien; fue dicho constructivamente, sin destruirte, marcándote errores sin pasar a lo personal; esas cosas que no orientan al público. -¿Hay algo que te pueda molestar en algún comentario? -La verdad, ya no me molesta nada (risas). Lo importante es que yo esté bien y que el público disfrute. Esas son las dos cosas importantes. La crítica siempre es el gusto de una persona. -Hablás de retirarte a los 40 años ¿hasta que edad creés que se puede seguir bailando? -Me parece que ése es el punto máximo, pero las mujeres pueden permanecer más tiempo en los escenarios. Todo depende de la personalidad y el físico de cada uno. Hace poco lo vi bailar a Mijhail Barishnikov, que tiene 51 años y sigue siendo un bailarín fabuloso. -¿Cuántas horas ensayás por día? -Dos o tres... -¿Nada más? -Ya no necesito más, pero tampoco puedo más...(risa)
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