Ariel Etcheverry
Eran las tres de la mañana y el ovejero alemán de la casa no paraba de ladrar. Su dueña se levantó de la cama para ver qué sucedía y apoyó la frente sobre la ventana del comedor para ver si distinguía algo en medio de la oscuridad. En una secuencia que duró un segundo alcanzó a observar que un hombre salía corriendo y entonces una terrible explosión sacudió toda la casa. Una bomba de fabricación casera, apoyada sobre una de las ventanas, destruyó el lavadero y la cocina de la vivienda y la onda expansiva de la detonación rompió los cristales de cuatro casas vecinas. La policía, anoche, no tenía pistas sobre los autores del ataque ni tampoco los motivos que lo impulsaron. El atentado ocurrió en la casa de Rosario José Calabrese, ubicada en Las Gaviotas 111, en el barrio Cabín 9 de Pérez. El hombre, de ocupación transportista, vive junto a su mujer y a su madre de 80 años. Calabrese es un reconocido vecino de Cabín 9 ya que hace más de 30 años que vive en esa zona de Pérez (limítrofe con Rosario) y además presidió la asociación vecinal del barrio. Actualmente es el titular de la comisión cooperadora de la subcomisaría 18ª, con jurisdicción en la zona. Cuando se produjo la detonación, los habitantes de Cabín 9 soportaban un extenso corte de energía por parte de la EPE y la oscuridad en toda la cuadra era absoluta. En diálogo con La Capital, Calabrese remarcó que la interrupción del servicio llevaba casi dos días. "Estábamos dormidos cuando nos despertó el perro, que no paraba de torearle a alguien. Como estábamos sin luz nos habíamos acostado con la chimenea a leña encendida", recordó el hombre mientras exhibía los destrozos causados por la bomba. "Como el perro estaba enloquecido y no había luz, mi mujer se levantó para ver qué sucedía. Por eso fue hasta el living comedor y miró a través del vidrio, pensando que podría haber alguien que intentaba robar en los vehículos estacionados", comentó Calabrese. Según el relato del transportista, el ovejero no se calmó a pesar de que su dueña estaba levantada. La mujer se asomó a través del vidrio que da sobre la calle y pudo ver la silueta de un hombre que llevaba un gorro de lana en la cabeza y pasaba corriendo frente a la casa colocándose unos guantes. No hubo tiempo de nada. Enseguida una potente detonación sacudió la casa y se hizo sentir también en cuatro viviendas aledañas. Algunos testigos aseguraron que también se escuchó desde el centro de Pérez. El explosivo, colocado sobre las rejas de la ventana del lavadero que mira hacia la calle, arrancó de cuajo el ventiluz de cuatro hojas y causó importantes daños en ese ambiente y en la cocina además de romper casi todos los cristales del frente de la casa. Pudo ser una tragedia porque el fogonazo de la detonación expandió partículas de pólvora por toda la vivienda que llegaron hasta la chimenea a leña. Eso produjo una llamarada que consumió en un instante una cortina de tela. "No sabemos cómo no voló todo por el aire", graficó una fuente policial. Además de los vidrios y pedazos de mampostería esparcidos por casi toda la casa, la pared donde se encuentra empotrada la ventana presentaba profundas rajaduras que demostraban el alto poder del explosivo. A pesar de la poderosa detonación nadie resultó herido. "Si mi mujer hubiese ido hacia la cocina, en lugar de quedarse en el living, seguro que la mataban", dijo Calabrese, quien se mostró sorprendido de verse como víctima de un atentado de esas características. "No tengo enemigos, al menos que yo sepa. Trabajo normalmente con mi hijo en los camiones, no tengo deudas ni problemas de ninguna clase. Fui presidente de la vecinal del barrio durante once años y ahora estoy al frente de la cooperadora policial. No tengo idea de por qué me hicieron esto a mí", declaró. Para Calabrese, los autores del atentado se equivocaron de persona. "Lo que más lamento es que le hayan causado destrozos a mis vecinos porque la explosión fue tan grande que les rompió todos los vidrios". Anoche, los investigadores sospechaban que él o los autores del atentado no son vecinos de Pérez, y admitieron estar desconcertados y no tener pistas firmes sobre los móviles del extraño hecho.
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