Marcela Isaías
La sanción de la ley 1420, que estableció en 1884 la educación gratuita, laica, común y obligatoria, significó el punto de partida en la constitución del sistema educativo argentino. El objetivo de nacionalizar al inmigrante fue confiado entonces al Consejo Nacional de Educación, al que se le delegaba también la función de normar sobre los textos escolares. Es en esta época que la lectoescritura se vuelve un proceso único y comienza la larga "querella de los métodos" que determinará cuál era el mejor posible para constituir la escena de lectura escolar. Se configuró, entonces, el libro de lectura moderno, preanunciado en obras como la "Anagnosia" o "El tempe argentino" de Marcos Sastre, afirmado en el "Paso a paso" de José Figueira y en "El libro del escolar" o en el "Progresa", ambos de Pablo Pizzurno. Sin embargo, la expresión paradigmática fue "El Nene" de Andrés Ferreyra, cuya primera edición se realizó en 1895 y luego de 120 reimpresiones dejó de publicarse en 1959. La aparición de "El Nene" implicó el surgimiento de una nueva generación de libros de lectura, con rasgos que perduran hasta fines de los 60: la palabra como punto de partida y la imagen como soporte del método; con contenidos referidos a temáticas nacionales; una fuerte relación con la oralidad; regulación amplia del estado y un discurso textual dirigido especialmente a conformar el "ciudadano urbano moderno". Según el estudio de Cucuzza y Pineau, la masificación de la escuela primaria se intensificó en la época peronista ampliando el acceso a la lectoescritura a nuevos sectores populares. También el régimen vio las potencialidades de "inculcación ideológica" que abrían los textos y decidió usarlo sin el encubrimiento de los anteriores gobiernos: "la ideología oficial se volvió el menos oculto de los currículos ocultos". Tal como definen los investigadores, nunca como en la década del 50 la escuela habló tanto del presente, en libros de lectura como "Privilegiados", "Patria justa", "El hada buena", y "La Argentina de Perón", que tomaban los derechos del niño, la ancianidad y el trabajador. Luego de la muerte de Eva Perón y en los comienzos de la sacralización de su figura, Evita se convierte en palabra generadora, y junto a la famosa "mi mamá me ama" apareció "Evita me ama". La imagen de Perón y de Evita irrumpen en los textos escolares y en 1952, "La razón de mi vida" se convierte en lectura obligatoria. Con esos libros y prácticas rituales, en la primera mitad del siglo XX la escuela logró difundir masivamente la alfabetización, imponer pautas al conjunto de la sociedad y naturalizar la escena de lectura escolar que había sido producto de un largo proceso de construcción socio-histórico-cultural. En la décadas siguientes el libro de texto continuó cambiando y se fue diversificando. En 1958, fue tan obligatorio no leer "La Razón de mi vida" como en 1952 lo había sido.
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