Un grueso expediente firmado por el arzobispo de Rosario, Eduardo Mirás, y el párroco de la capilla Cristo Rey, Libio Gorza, ingresó en el Concejo Municipal pidiendo permiso para convertir el tradicional templo de Fisherton en un megasantuario. El trámite es inevitable, ya que el edificio fue declarado de interés cultural y patrimonio arquitectónico de la ciudad en 1998, cuando Gorza intentó por primera vez reformar la capilla. Las autoridades eclesiásticas solicitan además una excepción al Código Urbano porque pretenden "adelantar" la fachada 6 metros sobre el actual jardín. Aseguran que el frente no se modificará, aunque en el proyecto se admite que sólo "se conservará un tercio de la pequeña capilla". Las obras, que prevén una ampliación importante del edificio, habían generado en el 98 duras críticas de la comunidad y el cura se vio obligado a archivar el proyecto. Sus detractores califican a la futura construcción como "mamotreto".
El pasado 14 de junio, el expediente ingresó sigilosamente al Concejo para que se le otorgue a la Iglesia rosarina el permiso de reforma. Allí se dice que se modificó el proyecto original "revalorizando los elementos primordiales y el diseño del frente". Si bien está en manos de los ediles definir si otorgarán el permiso para las reformas, el revival del proyecto ya levantó una nueva ola de protestas.
Iván Hernández Larguía y Julio Debernardi, vecinos históricos de Fisherton, encabezaron las críticas al intento de la megaampliación de la capilla.
"La intervención arquitectónica que proponen es difícil de adjetivar. No se puede decir horrible, pero es bastante parecido a eso", disparó Hernández Larguía (especialista en historia de la arquitectura), en consonancia con Debernardi.
El edil radical Daniel Luna sumó argumentos contrarios a las obras. "Ninguna modificación puede efectuarse y ni siquiera puede entrar a considerar el tema el Concejo sin un previo dictamen de la comisión de Patrimonio", señaló Luna, en referencia a la ordenanza que declaró el edificio de interés patrimonial.
Las objeciones no se restringen al aspecto arquitectónico, sino que también apuntan a la preservación del valor estrictamente cultural de la capilla, a la cuantiosa inversión que la obra plantea y a la fuerte discusión que impone entre los vecinos.
El templo nació a instancias del barrio y hoy se lo ve como cuando fue inaugurado en 1927: una capilla pequeña con parque libre alrededor. Pero el proyecto que impulsa la Iglesia propone otra estructura, de tipo radial, con una gran nave hexagonal, un nártex y cuatro capillas laterales que sumarán casi mil metros de obra. Según las autoridades eclesiásticas, la reforma apunta a lograr mayor espacio para las ceremonias.
Sin embargo, ese argumento no convenció a Debernardi: "Dicen que el barrio creció, pero también creció Rosario y no por eso se hizo una catedral gigantesca". Hernández Larguía no se quedó atrás. "Es todo terrible, hay una clara política para que la vieja capillita desaparezca, en medio de una expresión de megalomanía que es esa especie de templo carpa que quieren hacer", se indignó.
Más aún, muchos vecinos proponen que el nuevo templo se levante en otro predio: uno de seis hectáreas y media comprado con el aporte de la comunidad para el campo de deportes del Colegio Stella Maris, que depende justamente de esa parroquia. "Esto permitiría un acuerdo entre los vecinos", dijo Debernardi.
Doble discurso
Hernández Larguía cuestionó además la cuantiosa inversión que supone el megaproyecto. "Comparto todas las críticas que ha hecho la Iglesia en relación al doble discurso de los políticos entre lo que se hace y lo que se dice, y sobre todo acerca de los gastos superfluos", señaló y aseveró: "En ese marco semejante inversión aparece realmente contradictoria, ¿o sólo los políticos yerran?".
Según el reciente doctor honoris causa de la Universidad, "el mamotreto" supone una inversión de "al menos 500 mil dólares, en un barrio rodeado de villas miseria". En esa sintonía se preguntó si ese dinero no podría servir para crear fuentes de trabajo o comedores infantiles.
"Pueden decir que eso le corresponde al poder político, pero como católico también puedo plantear que la Iglesia se ocupe de esa realidad", esgrimió Larguía.
Ambos vecinos destacaron el origen barrial del templo. "La capilla y la ex estación de trenes son los dos sitios que la gente hace suyos, que están en su historia y en su memoria", dijeron al unísono.