Los restos del cacique ranquel, Panquitruz Mguer, conocido como Mariano Rosas, fueron sepultados ayer en el monumento provincial levantado en Leuvucó, capital del pueblo ranquel, en una ceremonia de la que participaron el gobernador de La Pampa, Rubén Marín; el viceministro de Desarrollo Social, Gerardo Morales, y el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
La ceremonia comenzó con el traslado de la urna con los restos del cacique, por parte de una caravana que partió desde la municipalidad de Victorica, 150 kilómetros al noroeste de Santa Rosa, hacia el monumento de la laguna de Leuvucó, ubicado a unos 30 kilómetros.
La llegada de los restos, restituídos a su pueblo luego de 123 años, fueron recibidos en el lugar del enterratorio por el cacique gobernador del pueblo ranquel, Carlos Campú; el tataranieto del cacique, Armando Rosas, el descendiente Adolfo Rosas y el jefe Calvaiu.
Luego, la urna fue llevada hasta el monumento con forma de pirámide -que representa la muerte, como el viaje desde el ombligo de la tierra hacia la luz-, que fue construido con un basamento de troncos, y en el que se tallaron las cuatro dinastías más importantes de la antigua nación Ranquel.
La cara de la dinastía de los Zorros perteneció a Mariano Rosas, y allí se encuentra la abertura donde se introdujeron sus restos sobre la tierra de Leuvucó, donde nació, creció y murió.
Leuvucó, enclavado en el corazón del territorio, era el centro político del cacicato y la sede del gobierno de Rosas, quien entonces tenía 52 años y gobernaba desde 1858, tras suceder a su hermano mayor, Calvaiu.
Había nacido en 1825, era el segundo hijo del cacique Painé, quien había gobernado el cacicato ranquel entre 1838 y 1844 y cuando apenas tenía nueve años, en 1834, fue tomado prisionero por las tropas de Juan Manuel de Rosas. Prisionero y engrillado, fue trasladado a la chacra de Rosas, donde el gobernador le prestó atenciones y lo hizo bautizar, dándole su padrinazgo y también su apellido. Desde entonces sería llamado Mariano.
En 1840, tras seis años de cautiverio, se fugó de la estancia de Los Pinos, donde llevaba una vida dura como peón, de disciplina estricta y trabajo pesado.
De prestigioso linaje
Mariano Rosas pertenecía al linaje más prestigioso entre los ranqueles y tenía virtudes incomparables: su vigor y valentía, su habilidad para las tareas pecuarias, su diplomacia, su capacidad oratoria y su conocimiento del mundo blanco. Fue sepultado con todos los honores de un gran jefe y su descanso fue interrumpido pocos años después cuando las fuerzas de la Tercera División Expedicionaria al Desierto invadió el territorio ranquel, profanó su tumba y retiró su cráneo.
Los restos fueron recibidos en buenos Aires por Estanislao Zeballos, quien al poco tiempo lo donó al Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde permaneció durante 123 años.