Año CXXXIV
 Nº 49.157
Rosario,
domingo  24 de
junio de 2001
Min 6º
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Buenos Aires: Brisas de amor
Hasta fines de agosto permanecerá habilitada una muestra de abanicos que descubre secretos y gestos relacionados con su uso

La historia del abanico, pequeño adminículo femenino cuyos orígenes se remontan a la China milenaria y al Japón imperial, llegó a Buenos Aires en una exposición que se realiza en el Hotel Inter-Continental hasta fines de agosto.
La exposición "Abanicos, aires con Historia", reúne piezas exquisitas de colecciones públicas y privadas, a través de las cuales se descubre la secreta gestualidad de un juego social que surgió en Andalucía en el siglo XVIII entre las niñas casaderas y sus pretendientes.
El juego del abanico llegó desde España a las tertulias de la Buenos Aires colonial, donde las niñas sin compromiso, pero con ganas de tenerlo, crearon sus propias señas. Abanicarse despacio demostraba indiferencia; pasar el índice por las varillas transmitía un "tenemos que hablar", y apartarse el flequillo de la frente con el abanico cerrado significaba "no me olvides".
Salir al balcón abanicándose quería decir "saldré luego", mientras que entrar a la sala cerrándolo significaba "hoy no abandonaré la casa". Apoyarlo en la mejilla derecha era si, y posarlo sobre la izquierda era no.
En este código gestual abanicarse cerca del corazón quería decir "has conquistado mi amor", y dejar el abanico abierto en la mano derecha significaba decirle al caballero "eres apasionado".
Esto no ocurría en los siglos III y IV antes de Cristo, sencillamente porque los primeros abanicos que usaron los egipcios y los romanos eran rígidos y aparecían, en sus respectivas culturas, como parte de las ceremonias religiosas.
A Grecia los abanicos llegaron en el siglo V antes de Cristo -se los llamó "miosaba", que significa espantamoscas- y en esa sociedad se tomaba como gesto de supremo cariño que el esposo abanicara a su mujer dormida.
Ya con la forma china de plegado el abanico llegó a Portugal a principios del siglo XV, y un siglo después, a las cortes de Francia y Alemania. Para las francesas fue un signo de distinción durante todo el reinado de los Luises, y Catalina de Médicis, desde su corte florentina, le aportó riqueza ornamental.
"Abanicos, aires con Historia", muestra al adminículo en diferentes roles. En el Oriente milenario fue, indistintamente, compañero de hombres y mujeres, usado como arma y símbolo de mando. En Europa fue complemento del atuendo femenino y usado en ceremonias presididas por obispos y papas.
Y como lo cuentan cronistas viajeros y lo muestran en sus telas muchos pintores, en la Buenos Aires de los siglos XVIII y XIX fue el complemento infaltable de las elegantes porteñas. En la exposición hay abanicos de carey y plata, otros hechos en laca china, y los de bodas confeccionados con nácar y encaje chantilly. Pero más allá de que sean exóticos o simples, caros o accesibles, con ellos es muy fácil ventilarse. Un sistema que no puede ser perfeccionado pero sí admirado.



El abanico puede decir "has conquistado mi corazón".
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