Carla Rizzotto
Lucía no puede ver al público, pero sí siente su reconocimiento. Arnaldo no observa a la directora del coro, pero se guía por el tono de su voz. Esteban no tiene las partituras frente a sus ojos pero sí archivadas en la mente. Los tres son ciegos y comparten la pasión por la música, que los enorgullece. Y eso quedó evidenciado ayer, en el concierto que se brindó en el foyer del teatro El Círculo en el marco del 20º aniversario del Movimiento Unidad Ciegos y Amblíopes de Rosario (Mucar). Aunque en el escenario no parezca, a ellos les cuesta el doble dedicarse a la música. Porque no pueden guiarse con partituras, sino que deben memorizar las obras completas. Cada uno tiene sus métodos propios: "A mí me llevó diez años aprenderme una obra de Federico Chopin, pero no por ser ciego, sino porque no podía sacar una nota", contó Esteban González Saravia, quien junto al piano se encargó de demostrar que el no ver está lejos de ser un impedimento para ser excepcional. Arnaldo Grilli forma parte del Coral Integración Rosario, que se formó en agosto del 91. Un coro donde se mezclan ciegos, videntes y discapacitados motrices. "Como muchos de nosotros fuimos discriminados en otros grupos, quisimos formar uno al que pudiera sumarse todo el mundo", contó Arnaldo. Para él, como para algunos de sus compañeros (los ciegos), dedicarse a la música significa un esfuerzo. Y esto lo corroboró la directora del coro, Tania Ramírez: "Como no pueden ver las señas de mis manos, yo les canto para que sepan en qué tono de voz tienen que cantar ellos". Pero la maestra aseguró que "en realidad hay que tener en cuenta detalles cotidianos que nosotros (los que vemos) no tenemos presentes, más que cuestiones musicales". Las cuestiones de organización ofrecen muchos ejemplos de esto. Lucía Cattaino Les es soprano y acaba de cumplir su sueño: cantar en el Teatro Colón. "Aunque no podía ver cuán grande es la sala, lo sentía igual, fue una sensación única", rememoró, para comentar luego que "una persona nace con una voz preparada para la música, que va más allá de la ceguera". De hecho, Lucía quedó ciega cuando tenía 10 años y su abuela cuenta que "cuando era chiquita (antes de perder la vista) cantaba encima de Whitney Houston y le tapaba la voz". Para ellos, perder un sentido significa desarrollar mejor otros, pero esto no influye en la música: "Todos los ciegos no son buenos para la música, hay que saber trabajar la voz o estudiar para dedicarse a esto. Aparte, hay videntes que son expertos en esto". En lo que sí coinciden los tres es en que están limitados en las cuestiones técnicas: "Muchas veces tenemos que pedir materiales afuera porque no tenemos acceso a la información como cualquiera, pero nos las rebuscamos". Ninguno nació con ceguera, sino que perdieron la vista por distintos motivos. Esteban contó que al principio fue muy duro, pero que después esa misma condición hizo que se tomara la vida como un "constante desafío". Cuando se les preguntó sobre la posibilidad de ver algún día, todos contestaron: "Claro que nos gustaría ver". Pero inmediatamente aclararon: "No estamos pensando todo el día en eso". "No pretendo hacer lo que no puedo pero hay veces que no me convenzo de mi limitación", dijo Arnaldo. A ellos la limitación los sigue de cerca, pero en el escenario no se nota.
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