Radiohead lo hizo otra vez. Y no sólo se trata de otro disco extraño, retorcido y sorprendente. También engañó a muchos desprevenidos con lo que supuestamente iba a ser "Amnesiac", una versión pop, más cancionera y melódica de "Kid A". Nada más alejado de eso. "Amnesiac", que originalmente iba a ser un disco doble junto con "Kid A", cumple la misma y saludable misión de su controvertido antecesor: desafiar las reglas que hicieron triunfar al brit pop en los años 90. Ahora Radiohead parece más alejado que nunca de todo, flotando en su solitaria estratósfera.
"Amnesiac" no tiene las canciones conmovedoras y definitivas de "Ok Computer", ni la cohesión conceptual de "Kid A", pero conserva lo más importante de sus antecesores: tiene vida propia. A "Amnesiac" también hay que sentarse a escucharlo, porque en su burbuja se abstrae de toda tensión exterior, y su escucha es tan exigente como desafiante. "Amnesiac" es otro paso en la escalera del post rock que alguna vez soñó Simon Reynolds, aquel rock progresivo de fin de siglo.
En el aspecto estrictamente sonoro, Radiohead está cada vez más lejos del grupo que triunfó a mediados de los 90. En "Amnesiac" hay un sólo tema en el cual suena la banda en su sentido más real (guitarra, bajo, batería). Y cómo estarán las cosas a esta altura que ese tema, "Knives Out", se parece más a una gran canción de Coldplay que a una canción de Radiohead.
En "Amnesiac" la mayoría de las canciones suenan como ecos de algún aparato descompuesto y a veces totalmente desmantelado. "Pyramid Song" es un himno a tres grados bajo cero, con un piano desolado, cuerdas hirientes y la voz de Thom Yorke tan expresiva como siempre. "You and Whose Army?" tiene un comienzo sinuoso y después eleva el climax y explota a la manera de los temas de "Ok Computer". "I Might Be Wrong" es una canción que parece flotar detrás del denso riff de una guitarra rockera, realmente negra.
Radiohead se mete como un fantasma en la máquina en la hipnótica "Packt Like Sardines in A Crushd Tin Box", que late como un corazón acelerado y confundido. Después llega a los extremos en "Pulk/Pull Revolving Doors", un tema cargado de loops, ritmos secuenciados, murmullos de computadoras y una voz robótica, irreconocible. Ese experimento también se repite en el caos etéreo de "Dollar and Cents" y en el final con "Life In A Glasshouse", con su impronta de improvisación jazzera. En esas canciones "Amnesiac" parece revivir los patrones de la trilogía berlinesa de David Bowie. Uno se pregunta qué esqueletos de pequeñas canciones se esconderán detrás de esos laberintos sonoros, mientras es imposible no quedar atrapado en esa telaraña.
Thom Yorke sigue cantando sobre miedos, fracasos, obsesiones, suicidios y accidentes. Pero "Amnesiac" no es una marcha fúnebre, es un grito silencioso que transluce un ansia y una frustración que provocan una increíble combustión interna. Las formas sin duda cambiaron, pero la esencia de Radiohead se conserva intacta. Thom Yorke es el mismo que en "Creep", aquel hit del 94, murmuraba "no pertenezco aquí, soy un desgraciado", con la sutil diferencia que antes sólo le cantaba a una chica, y ahora está realmente extraviado, fuera de todo control y contexto. Lo mejor es que él es muy consciente de eso, una vez más.
Cal: 4 estrellas