"Salven a los pingüinos". Curiosamente, el lema no es levantado por militantes ecologistas, sino por un grupo de amigos nucleados desde hace una década en el "Club de los que tienen sed. El naufragio de la luna": una cofradía de rosarinos, con sede itinerante y formada "con fines polémicos" por amantes del buen vino. Los integrantes de la organización lanzaron una campaña nacional destinada a rescatar y censar a los antiguos pingüinos de cerámica que corren el riesgo de pasar a ser animales en extinción. Hasta hace unos años eran piezas accesibles para cualquier bar o bodegón. Hoy se cotizaron y su valor, en algunas casas de antigüedades, ronda los 30 pesos. Los sedientos del club (cuyo logotipo es nada menos que un sacacorcho) determinaron que hoy es el Día Internacional del Pingüino. Por eso, a las 21.30, realizarán una reunión cumbre en el comedor de La Casa Uruguaya (Alvear 1125), ubicada "nada menos que entre Mendoza y San Juan", advierten. Además, los socios remarcaron que puede sumarse a la iniciativa todo aquel que posea un pingüino -requisito no excluyente-, que quiera compartir una cena, recibir un diploma y conocer la Encíclica y el Manual de Instrucciones que ya tiene el club. Para conectarse con ellos se puede escribir al mail: [email protected] Testimonios de mozos, dueños de bares y bazares coinciden en que los plumíferos de cerámica son una creación argentina. Salieron al ruedo a mediados de los 50, cuando las picadas con tinto y varios platitos comenzaron a ser una costumbre. Se impusieron definitivamente en los 60, al compás del "farol" (el vaso de vino grande y soda) y desaparecieron en los 70. "Su uso se prohibió porque se los consideraba antihigiénicos", asegura Fernando Salvañá, un pingüinocoleccionista para luego explicar: "Es que eran angostos, y como no se podía meter la mano fácilmente para lavarlos, se los reemplazó por las jarritas de acero inoxidable". Salvañá tiene cinco ejemplares. Los rescató de la Sociedad Rural de la localidad de Carlos Pellegrini y dice que, si bien todos pertenecen a la misma partida, tienen diferentes colores. "Modelos hay a montones -comenta- y de distintos tamaños: los hay verdosos, de color caramelo, blancos lisos y con ribetes dorados, negros y hasta con smoking y moño, de la antigua empresa Colonial Loza. También hay algunas degeneraciones de la raza en las formas de patos y toros". Otro apasionado por los pingüinos e integrante del club es el periodista Reynaldo Sietecase. También se suma a la logia el arquitecto y poeta Reynaldo Uribe, quien posee dos ejemplares color marrón a los que bautizó como Nazareno y Pepito. Cuando los quiere mostrar a los curiosos, el orgulloso dueño transporta celosamente a las aves envueltas en un paño. Por ser un poco el motor de esta asociación, Uribe asegura que se sumaron "a la causa" varios fanáticos de las aves etílicas del país y del exterior, y que ya se censó un centenar de ejemplares. "No queremos que la gente nos regale sus pingüinos. Sólo deseamos saber quién los tiene, censarlos, agrandar nuestro club y discutir cosas trascendentes. Por supuesto que si alguien no los quiere conservar en su poder agradecemos la donación a la reserva", ironizó. Como adelanto de lo que vendrá la noche del sábado, Uribe le dejó a La Capital un ejemplar de la "Encíclica de Don Ecuménico Peleta a los fieles con sed" que en su inicio reza: "Per fas el nefas, a sacris, adhuc sub judice lis est" (por lo lícito y lo ilícito, en las cosas sagradas, el pleito está todavía ante el juez). Y que a reglón seguido establece: "Los fieles cantamos para recibir gozosos la palabra del señor Ecuménico: Alabado sea el santísimo cabernet que guardaré en pingüino concebido sin pecado original".
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