Zulma Richart
Una vez más la lucha interna partidaria se coló en los pliegues del poder provocando una salida anunciada. La renuncia de Federico Polak tiene mucho de ese condimento y, si bien la decisión estaba tomada, se aceleraron los tiempos. Polak, ex vocero de Raúl Alfonsín y hombre de la amistad del presidente Fernando de la Rúa, cumplió el segundo ciclo de la conducción del Pami: "La cajita de cristal" para el oficialismo. "Polak tiene la seguridad de haber cumplido con sus objetivos: terminar con la corrupción en los cargos superiores", señalan desde su entorno. Se había fijado como objetivo finalizar su gestión los últimos días de junio, más allá de las cuestiones financieras que también habían incidido en su determinación. "El error fue anunciar la fecha de mi salida", comentó a sus allegados días atrás después de una reunión en la Casa de Gobierno, donde manifestó su decisión de alejarse del cargo. A partir de ese momento se iniciaron una serie de reordenamientos por espacios de poder, es decir la puja por la sucesión. Una suerte de revancha operó de detonador: Aníbal Ibarra decidió ampliar su gabinete y, entre otros, incorporó al alfonsinista Aldo Neri en la Secretaría de Salud. Una vez en el cargo, Neri realizó una serie de remociones en las direcciones correspondientes a su dependencia que se encontraban a cargo de "hombres allegados al ministro de Salud, Héctor Lombardo", a quien Polak responsabiliza de las presiones que recibió en los últimos días. "Lombardo -hombre del distrito porteño y una de la espadas de De la Rúa- salió a buscar la revancha en el Pami, cuyo titular era un alfonsinista", repiten en el entorno del ahora ex interventor. "La interna de la provincia de Buenos Aires me la puedo bancar, pero que me quieran meter la de la Capital Federal eso no me lo banco.", dijo Polak. Con ese escenario, Polak remató ante sus más íntimos: "Aquí hay que administrar y dar salud; no jugar a hacer política".
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