Fernando Toloza
"Confesiones de mujeres de 30" vuelve a Rosario con un nuevo elenco integrado por Florencia Peña, Celina Zambón y Jorgelina Aruzzi, bajo la dirección de Lía Jelín. La obra entra en su sexta temporada y ofrecerá dos funciones hoy, a las 21, y mañana, a las 19, en el teatro Empleados de Comercio. Peña adelantó que "a pesar de ser el mismo texto de las versiones anteriores, cada actriz hace que la representación sea única e irrepetible", y añadió: "Con la obra perdés el miedo al ridículo, necesitás un gran desparpajo para hacerla, y eso es fascinante ", dijo la actriz que trabaja en "Poné Francella" y que llegó a la fama con "Son de Diez". -¿En que cambia "Confesiones de mujeres de 30" en su tercera versión? -Básicamente es la misma obra porque son los mismos textos. Lo que tiene de diferente es que las actrices son diferentes y más allá de que el texto sea el mismo, hay algo único e irrepetible que le da cada actor a la obra que hace. Sería muy raro hacer algo igual a las versiones anteriores. Primero, porque vi la primera versión hace varios años y ya no me la acuerdo. Segundo porque cada actriz le aporta desde su experiencia y eso le da matices distintos. -¿Cómo influye que las actrices de esta versión tengan menos de 30? -No molesta que nosotras no seamos mujeres de exactamente 30 años, porque la obra habla de la problemática universal de la mujer y lo que plantea es un montón de cosas con las que me siento identificada si bien yo no tengo 30 años. Son cosas que igual me planteo y pienso; eso es lo interesante que tiene "Confesiones...", que no necesitás tener 30 años para venir a verla. -¿Qué les pasa a los hombres con la obra? -Lo que sucede con los hombres es que reconocen a las mujeres de su vida y además todo el tiempo hablamos de los hombres. No se escandalizan y se mueren de risa. Pueden ver de qué nos quejamos, qué cosas nos inquietan, por qué cosas luchamos y la obra, más allá de que sea graciosa y tenga un tono desenfadado, es bastante profunda con respecto a lo que sentimos las mujeres. -¿Qué te exige la obra? -"Confesiones..." tiene un timing que requiere de un desparpajo y un no miedo al ridículo que para una actriz es muy interesante. -¿"Confesiones..." se complementa con tu trabajo en la televisión junto a Guillermo Francella? -Hace mucho tiempo que hago teatro en paralelo a la televisión. El teatro es el único espacio donde el actor se siente actor, y es como volver a las fuentes todo el tiempo, donde volvés a conectarte con tu elección. la televisión está buena pero te llena de tics y te convierte, después de mucho tiempo de hacerla, en un actor poco interesante. La televisión te aliena y es como un vampiro que te chupa la energía. -¿Cuándo sentiste eso con la tele? -Hace muchos años. Empecé a producir mis propias obras de teatro cuando tenía 19 años y había terminado "Son de Diez". En ese momento entré en una crisis con mi carrera y comencé a entender que la única manera en que podía sentirme actriz era hacer teatro. Empecé a producir mis obras y después me llamaron para hacer otras. -Hiciste "Grease", una comedia musical; "Desangradas en glamour", una obra de un director under; hacés dos sketches en "Poné Francella", la telenovela "Luna salvaje", y ahora "Confesiones...", ¿qué buscás en tanta diversidad? -Lo mejor que le puede pasar a una actriz es la diversidad. Poder sentir que podés diversificarte y probar. A mí me hizo crecer mucho, y además me puso en otro lugar como actriz. Agradezco todas las posibilidades, aunque muchas de ellas las generé yo porque soy de ir en busca de lo que quiero y no esperar que me llamen. -¿La desmedida señora de Robles de "Poné Francella" surgió al mismo tiempo que el papel de la adolescente del sketch de "El papá de la nena"? -No, primero hicimos "El papá de la nena" y yo sentí que no tenía dentro del programa un espacio interesante. Fui a hablar con Guillermo y me dijo que iba a aparecer un sketch para mí. Apareció éste que al principio se llamaba "Acoso sexual" y empezamos a probar, y resultó genial porque nos llevamos muy bien trabajando juntos y la propuesta gustó. Fuimos creciendo y nos divertimos mucho, con el apoyo de la gente. Hace mucho que estoy en la televisión pero igual me sorprende que ahora la gente en la calle me pregunté dónde dejé a Sambucetti, mi empleado en el sketch. Me encanta la posibilidad de hacer dos cosas tan opuestas. -¿El papel de la hija de Francella no te recuerda a "Son de Diez"? -Sí, totalmente. Me recuerda a esa adolescente, porque además yo era una adolescente cuando lo hacía. Pero se contrapone a la señora de Robles, que es una sátira, un torbellino sexual que me divierte mucho hacer. -¿Te costó despegarte del papel de nena linda? -Sí, muchos años. Trabajé muy duro y demostré trabajando que podía ser una buena actriz, y que mi aspecto físico no tenía nada que ver con mi aspecto actoral. Desde que dejé "Son de Diez" siempre tuve que claro que había equivocado mi camino al pegarme a la demanda del afuera con respecto a mi imagen. Había una demanda de sexualidad en mí que yo acaté sin ningún problema, entonces no podría decir que no fue un error mío, lo que pasó fue que yo era muy joven y no entendía de que se trataba. Después de eso me di cuenta rotundamente de que mi camino era otro. De hecho, si no hubiera sido otro, no me hubiese operado el busto y hubiese estado más cerca de ser vedete. Con la fisonomía que tenía en ese momento podría haber elegido cualquier camino más fácil y de dinero mucho más rápido. Sin embargo, mi elección y mi conversación interna eran tan fuertes que no pude más que seguir con lo que dictaba mi corazón, que era jugarme por ser una buena actriz. Me banqué épocas en las que me criticaban mucho y no perdonaban. De hecho la gente me sigue llamando Pechocha y no me lo voy a quitar nunca a ese estigma, pero ya no soy la Pechocha que era antes. Ahora es sólo un rótulo y yo estoy en otro lugar, que disfruto mucho, aunque también es una gran responsabilidad: antes tenía que probar que era buena actriz; ahora no tengo que desmerecer ese lugar.
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