Parada frente al número 530 de la calle Amenábar, en el corazón del barrio La Tablada de Rosario una mujer toma la decisión de asomarse a su pasado. Después de diecinueve años de ausencia Celina Font se sometió a la excitante experiencia de tocar timbre en la que fue su casa paterna y pedir permiso a sus actuales ocupantes para recorrer los sitios sagrados de su infancia rosarina. La ocupante de la de casa no conseguía salir de su sorpresa al tener frente a sí a la famosa Griselda de "Campeones" y enterarse, además, que se había criado en su casa y que le pedía permiso para recorrerla. Emocionada, la mujer se prestó de buena gana. Celina, conmovida, se metió en el túnel del tiempo lentamente, como saboreando cada recuerdo de los tantos que se dispararon en los distintos rincones de la casa. La joven apenas pudo resistirlo. "Todo me pareció pequeño y, además, ahora está un poco deteriorado. Las imágenes de la infancia son muy mágicas, la realidad fue mucho más opaca -confiesa con algo de desazón-. Igual fue una experiencia alucinante", dice y una sonrisa le gana el rostro. Y ahí está la casa sencilla de un barrio donde nunca pasa nada. Solamente los sábados en los que Central Córdoba arranca algún triunfo de local en el Gabino Sosa los gritos de la popular invaden las calle silenciosas. Esos sonidos aún pueblan la geografía donde Celina Font vivió hasta cumplir once años. Para ir hasta la Escuela Constancio C. Vigil, Celina cruzaba el campito de Rueda y Alem caminando. Mientras evoca aquellas imágenes su cuerpo se va tensando. El relato llega hasta un día del año 81, cuando la niña cursaba el sexto grado y sus padres decidieron partir de la ciudad, de un modo desprolijo. Quién sabe si no fue ése el único modo posible. No fue un exilio estrictamente político aunque el terror de Videla y compañía ayudaron a decidirlo. "Fue muy difícil irme de Rosario. Fue una salida del país un poco en secreto, algo traumática. Por ejemplo, yo no me despedí de mis compañeras de colegio, mis amiguitas. Todo se precipitó porque a mi mamá, que es arqueóloga y fue docente en la facultad de Humanidades y Artes, la despidieron sin motivos... Eran tiempos donde pasaban cosas y no te daban muchas explicaciones", narra atropelladamente como si la explicación fuera dirigida a sí misma. Después de vivir tres años en Ecuador, y cuando la dictadura debió replegarse tras la derrota de Malvinas, Celina volvió a la Argentina con una parte de la familia y se quedó a vivir en Buenos Aires. Pero la memoria de la niña guardó, aquellas imborrables imágenes del territorio de su infancia en el rosarino barrio de La Tablada.
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