Carina Frid
Durante bastante tiempo, el abordaje analítico de la cuestión de los exilios se mantuvo estrechamente asociado al campo de la historia política. Para los estudios migratorios y para la historia social, la problemática del exilio retuvo una excesiva marginalidad con respecto a los fenómenos derivados de los movimientos masivos de población conocidos a lo largo de los siglos XIX y XX. Esta clase de inmigración parecía no encontrar elementos comunes con las bases constitutivas tradicionales en las que se apoyaron los grandes desplazamientos de un vasto número de la población europea durante los decenios interseculares, entendidos como correlato natural de la movilidad de factores favorecida por la emergencia de los mercados euroatlánticos. Su carácter masivo, su fuerte componente de origen rural y de baja calificación y su alta tasa de retorno configuraron sus elementos identitarios. Por el contrario, los desplazamientos generados como resultado de las persecusiones políticas carecieron de representatividad numérica y estuvieron asociados a un universo social y profesional sesgado por el carácter eminentemente intelectual y político de sus actores sociales y por lo tanto exógeno al que portaba el migrante económico tradicional. Durante el último lustro ha operado una activa revisión de las perspectivas analíticas y conceptuales en los estudios migratorios, algunas de cuyas aristas más visibles se expresan en la incorporación del caso de los exilios políticos dentro del capítulo de las migraciones internacionales. Lejos de configurar casos residuales y marginales a la gran experiencia masiva, el estudio de los exilios políticos atraviesa la problemática de las migraciones aportando nuevas preguntas y nuevas perspectivas de investigación para la comprensión integral de los procesos migratorios y su impacto en las sociedades de recepción. Esta apertura cuenta ya con resultados tangibles por un lado en la conformación de programas de investigación como el iniciado por Pierre Milza a principios de la década de 1990 (Exils et Migrations: Italiens et Espagnols en Frances, Paris, 1994), seguidos por otras experiencias como la que llevan conjuntamente el Centro de Investigaciones Hispánicas de la Universidad de Paris VII y la Universidad de Buenos Aires. En el caso particular de la problemática del último exilio republicano español, contamos en la actualidad con una producción bibliográfica de reciente incorporación, como es el caso de la obra de Geneviève Dreyfus-Armand sobre los exiliados republicanos en Francia, El exilio de los republicanos españoles en Francia (cuya versión española acaba de publicar la editorial Crítica de Barcelona), el estudio de Andrée Bachoud sobre el régimen de Franco ("Franco", Crítica, Barcelona, 2000) y, para la Argentina, el libro de Dora Schwarzstein sobre el caso del exilio republicano. El estudio de Schwarzstein logra conjugar acertadamente la perspectiva del exilio dentro del cuadro más complejo de la inmigración española en la Argentina, tomando como punto de partida la perspectiva de la experiencia vivida por los propios actores sociales. Su trabajo es el fruto de una investigación exhaustiva que logra recuperar el universo a menudo traumático y azaroso de la emigración desde el momento de la partida, generalmente vinculada al confinamiento en el sur de Francia, la disyuntiva de la emigración a los destinos sudamericanos al comenzar la Segunda Guerra Mundial y la creación de espacios propios de sociabilidad en el país de destino. La autora ha elegido centrar su análisis sobre el proceso de tránsito entre el cierre de la guerra civil, la llegada a la Argentina y la inserción de los republicanos en el país platense hasta la caída del peronismo. La elección de dicho recorte temporal se apoya en los resultados adversos de la contienda civil como punto de partida y en el agotamiento del exilio político y la imposibilidad del retorno a mediados de la década de 1950, momento este último en el cual "la oposición en España comenzó a reorganizarse y el exilio fue perdiendo su rol canalizador del protagonismo político de la oposición al régimen". Francia, Méjico y Argentina constituyeron los tres principales países receptores del exilio republicano español, siendo nuestro país el de menor aporte numérico de los tres, sumando en total un contingente de aproximadamente dos mil quinientos republicanos (versus aproximadamente veinte mil arribados a Méjico y casi medio millón a Francia). Entre las razones que explican el desbalance, la autora enfatiza el rol de las políticas migratorias asumidas por los diferentes gobiernos hispanoamericanos frente a la contienda civil española y más tarde frente al franquismo. A diferencia de la propuesta de Méjico impulsada por el presidente Cárdenas, la Argentina presentó políticas restrictivas para la admisión y entrada de refugiados españoles y centroeuropeos. La reticencia de los gobiernos conservadores y más tarde de facto frente al arribo de los republicanos tuvo un claro contrapeso y respuesta en el aporte activo y solidario ofrecido por entidades pertenecientes al entramado societario e institucional y por la emergencia de redes de ayuda diversas en cuanto a sus fines y sus orígenes (comités de ayuda impulsados por partidos políticos y vastos sectores intelectuales, entre los cuales destaca la autora el decisivo apoyo de órganos de prensa como del diario Crítica dirigido por Natalio Botana y la Revista Sur). La obra ofrece un conjunto de aportes originales para el estudio del exilio republicano español del siglo XX. Mención particular cabe el análisis de las formas de la sociabilidad gestadas por los exiliados y las repercusiones que dichas prácticas representaron en el marco de la diferenciación y de construcción de un marco identitario propio con respecto a la comunidad española inmigrante arraigada en Argentina, como fuera el caso de los rituales cotidianos instalados en torno a los cafés de Avenida de Mayo en la ciudad de Buenos Aires o bien la organización de tertulias familiares en las cuales se recreaban prácticas culinarias peninsulares alejadas de las adaptaciones locales arraigadas entre el resto de los connacionales residentes en la Argentina. Asimismo, la obra aborda exhaustivamente la cuestión de la receptividad ofrecida a intelectuales y profesionales de origen republicano español, así como de las estrategias de inserción laboral seguidas por éstos y otros grupos ocupacionales exiliados. El análisis de la problemática generada primero por la Guerra Civil y más tarde por la llegada de exiliados republicanos en los ámbitos institucionales de la comunidad española de la Argentina es objeto de un abordaje objetivo y cuidadoso. La autora destaca asimismo el proceso de inserción de exiliados de origen catalán, vasco y gallego dentro del asociacionismo regional español y de sus consecuencias en la revitalización de posiciones pro-nacionalistas y en la profundización de los disensos entre republicanos y franquistas. El advenimiento del peronismo dejó finalmente al exilio republicano frente a una paradojal y compleja situación, exacerbada por un lado por las simpatías del régimen con el franquismo y por su enfrentamiento contra la izquierda en Argentina y, por el otro, por la indiferencia del gobierno peronista hacia los republicanos, especialmente con el enfriamiento de las relaciones entre Franco y Perón después de 1950. En la síntesis final se retoman las matrices que definen la reconstrucción de la compleja identidad que compartieron los exiliados republicanos españoles que se asentaron en la Argentina. En ese sentido, la autora destaca el rol de la derrota y del franquismo como experiencias inseparablemente ligadas con la política como práctica unificadora del exilio y con la "defensa de la herencia cultural e histórica de España como punto nodal de la cohesión identitaria del exilio español". La provisoriedad de un exilio que finalmente hizo para muchos imposible la ilusión del retorno reforzó las particularidades de los republicanos dentro de su propio grupo de connacionales y con respecto a otros refugiados políticos y raciales arribados a la Argentina entre 1939 y 1955, como fuera el caso de los judíos alemanes e italianos, o bien de los anti-fascistas italianos. Un riguroso uso de la metodología de la historia oral (desplegado en un universo total de setenta y dos entrevistas realizadas a exiliados españoles de los más diversos orígenes sociales y profesionales) y su combinación con información procedente de archivos escasamente explorados hasta la actualidad fundamentan la perspectiva integradora que arroja la lectura de una experiencia conmovida por la diáspora obligada, la ilusión del retorno y la actividad política en el país de destino. Seguramente a ello ha contribuído el tipo de mirada que la historiadora ha desplegado en torno a una cuestión aún viva para las generaciones nacidas durante el exilio y para la Argentina en su conjunto, como testimonio vital de las profundas marcas intelectuales convidadas por los exilios y las migraciones del último siglo.
| |