Año CXXXIV
 Nº 49.132
Rosario,
miércoles  30 de
mayo de 2001
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Psicosomáticas
Cuerpos dolientes

Graciela Lemberger (*)

Las reacciones psicosomáticas aparecieron sobre el escenario cuando se acabaron las respuestas y los nombres de las causas de ciertos desarreglos corporales. Así surgieron nuevos narradores y hoy estrés, miedo, nerviosismo son palabras comunes que se ensayan para llenar el espacio creado como consecuencia de la dificultad en encontrar un determinante causal del conjunto de síntomas que han surgido en un cuerpo doliente.
Acerquémonos al problema ubicando al cuerpo como un conjunto de lugares en los que el orden se presenta como conflictivo. Serge Leclaire en su libro "Desenmascarar lo real" dice que "si se nos interroga a quemarropa acerca de lo que es el cuerpo, aparentemente nadie tiene dificultad alguna en responder .Es decir, todo el mundo tiene una cierta idea acerca de lo que se trata .Es muy simple, precisamente se ve, se toca, es concreto. Y además todos saben en mayor o menor medida, cómo está hecho el cuerpo y cómo funciona. No hace falta seguir estudios de medicina, la anatomía y fisiología que se aprenden en la escuela bastan, por lo general para un conocimiento aproximativo equivalente al de los médicos de Moliere. Existe , además la curiosidad que todo el mundo siente en relación con su cuerpo; así no todos saben cómo funciona un motor a explosión, pero todos tienen una cierta idea de la forma en que está organizado el cuerpo".
Cuando esta organización empieza a funcionar de manera diferente a lo esperado es índice de que algo no anda. Se busca que el conjunto de síntomas responda y concuerde con la generalización que se ha podido establecer a partir de una suma de casos y, de ser así, se podrá adjudicar un nombre a esa dolencia y proceder consecuentemente para su curación.
Pero, no siempre es así. Hay un cuerpo para la medicina (el del conjunto de órganos y funciones) y un cuerpo erotizado, marcado por algo diferente a las necesidades biológicas (cuerpo para el psicoanálisis). Aunque las dos nociones estén basadas en el mismo cuerpo, la pregunta que se abre es: ¿Cómo abordar las reacciones psicosomáticas cuando sobre ellas reina la confusión más grande?
Es probable que montados sobre esta dificultad médicos y psicoanalistas tironeen del pobre cuerpo con el riesgo de quedarse tan solo con los pedazos de éste. En todo caso, de lo que se trata en la psicosomática es de que no hay respuestas. Funciona como una caja negra. El médico no sabe a qué se deben esas alteraciones y arriesga nombres, (por otra parte ya no tan arriesgados porque el estrés es el caballito de batalla al que se recurre con mayor rapidez y sirve para explicar todo lo inexplicable) o deriva al psicólogo. Y este intenta que algo se "despegue" de ese enfermo que de lo único que habla es de su "mal". Es un enfermo de "saber". Se alimenta diariamente de información sobre su enfermedad.
Frecuentemente son pacientes que están "invadidos" por un saber médico viscoso y casi sin fisuras. Darle más nombres a sus síntomas no funcionaría más que para robustecer su dolencia. El analista espera. Espera algún quiebre para indagar de qué se trata.
Es con la espera del psicoanalista yendo por los bordes de los malestares y síntomas que alguna grieta se abrirá. El acumular nombres o saber sobre el enigma de esta reacciones sólo fortalecen la dolencia. Los consejos obturan la posibilidad de cierta modificación. El estrés, cansancio, etcétera, son tentativas de llenar un espacio conceptual que ha quedado vacío que nos muestra lo imposible de asir. Algo se sabe, los vacíos llaman a ser llenados para tapar lo incomprensible.
Con una espera paciente (no eterna) el analista podrá llegar a intervenir en las fisuras y obtener resultados. Pero no lo puede asegurar. ¿Está seguro el que asegura?
(*) Psicoanalista


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