Miguel Angel Rouco
La Argentina se encuentra en una etapa crucial de su historia. Transita, tal vez, por el escalón más bajo de una crisis a la que le quiere poner fin y se pone por delante, de cara a su bicentenario como Nación, la tarea de refundar el país, sobre bases, necesariamente, mucho más sólidas, acordes a los tiempos modernos. A poco que se advierta y se ponga la vista sobre la situación actual se puede colegir que se ha tocado un punto de inflexión de la crisis donde los quebrantos, el crimen, el desempleo y la pobreza confluyen en un estado de desesperanza y desolación de la población que reclama un cambio. Las vísperas de un nuevo aniversario nacional resultan un momento propicio para ensayar una reflexión y para intentar comenzar a diseñar un nuevo país, una nueva Nación. La crisis condujo a una situación insostenible por mucho tiempo más. Con un agravante, el gobierno comienza a transitar por un peligroso camino de no retorno: la inseguridad jurídica. El grotesco episodio que rodeó a la revocación del contrato por los DNI deja al descubierto la poca seriedad y la poca seguridad jurídica que ofrece la Argentina. Nadie desde el gobierno puede explicar cómo se llega a esta determinación ni tampoco cuánto le costará a la sociedad argentina tamaña resolución. En tanto, a la sociedad se le está haciendo gravoso el actual ciclo recesivo. La larga cadena de quebrantos provoca más desesperanza y aumenta los costos. En el medio, el sector financiero no muestra signos de preocupación por la duración de la recesión y sobre sus consecuencias en la economía real. La city porteña aparece hoy más preocupada por su relación con el gobierno que por la suerte que correrán los agentes económicos privados. Su atención está puesta en lograr una buena reprogramación de los vencimientos de la deuda ante la posibilidad de un default. Nada más. Pero a pesar de la gravedad de la crisis y la desesperanza es un buen momento para plantearse la construcción de una nueva Nación, al igual que lo hicieron los hombres de Mayo. Es hora de pensar un nuevo país. Es necesario replantearse nuevas instituciones, con identidades propias, incluso con diferencias sustantivas, erigidas a partir de las propias necesidades de la población. La Argentina surge en el pasado a partir de instituciones tales como las provincias. Hoy, la población duda que esas instituciones sean capaces de fundar una nueva nación en particular cuando resulta evidente que en la actualidad no pueden conducir siquiera sus propios destinos y dar viabilidad económica a sus administraciones. En la actualidad, la población se ve mucho más identificada con las municipalidades que con las provincias. Estas son vistas como una entidad lejana y la presencia ante las necesidades de salud, educación y cuestiones sociales está dada por los gobiernos comunales. No es casual que surjan cada día más y con mayor presencia gobiernos con representación vecinal. Algo está cambiando y apunta a mejorar los niveles de eficiencia en la administración institucional. ¿Por qué razón no se puede pensar en la desaparición de la institución provincial? ¿Qué sentido tiene mantener pesadas estructuras burocráticas que no se sostienen con sus propios recursos y que generen pobreza y marginalidad a su población? La regionalización del país no es una idea descartable sino plenamente aplicable, en especial, a partir de las propias demandas sociales y del derecho comparado. En este sentido, el caso de la reforma que introdujo España en su Constitución le permitió contar con instituciones más ágiles y dinámicas que le devolvió a la población una mejor calidad de gasto y una mayor identidad cultural. ¿Por qué razón no pensar en una regionalización en la Argentina? ¿Por qué no puede ser el origen de una nueva Nación? ¿Por qué no puede ser el desafío del Bicentenario?
| Según el autor, es precisa una refundación nacional. | | Ampliar Foto | | |
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