Shakespeare dejó detrás de él miles de las líneas más memorables jamás escritas, pero no se conoce un retrato fiel de sus años más creativos. La única imagen auténtica que sobrevivió de él fue hecha después de su muerte, y es la que se reprodujo en la edición en folios de su obra. Ahora, según informa el diario canadiense The Globe and Mail, del que se se hizo eco The New York Times esta semana, un ingeniero canadiense retirado hizo una sorprendente revelación: su familia posee un retrato del autor pintado en 1603, cuando el bardo tenía 39 años. En el retrato, Shakespeare se ríe con una sonrisa como la Mona Lisa pintada por Leonardo Da Vinci. El propietario del cuadro, que quiso mantener en reserva su identidad, contó que la obra es una herencia de familia y habría pertenecido a un ancestro que trabajó en la compañía de Shakespeare. La pieza llegó a Canadá cuando la familia del propietario abandonó el Viejo Mundo y cruzó el Atlántico a principios del siglo XX. El Instituto Canadiense de Conservación sometió a la obra a pruebas y estableció que el cuadro es el del siglo XVII, como asegura el poseedor.
La expresión de Shakespeare en este retrato despertó el interés de los estudiosos de su obra, ya que el cuadro lo muestra como un bohemio y no como un próspero hombre de negocios como se supone que ya era en esa época.
El dueño de la obra comenzó sus esfuerzos para probar la autenticidad de la pieza en 1993. Cotejos en archivos europeos, radiografías, rayos equis y toda la tecnología disponible se emplearon para descubrir si se trataba de un fraude. Los colores rojo, amarillo y blanco fueron los que revelaron que el cuadro podía ser perfectamente de 1603. Otra pista decisiva fue un artículo publicado en 1909 por la revista The Connoisseur, que hablaba de este retrato.
Pero el artículo de The Connoisseur también siembra la duda cuando dice que el cuadro pertenecía a T. Hale Sanders, alguien que no era pariente del actual propietario, quien asegura que la obra está en su familia desde hace siglos.