Marcelo Damiani
La vida no tiene argumento, pero si lo tuviera, evidentemente, no sería para nada simple ni complaciente, sino quizá demasiado complejo, parecido a esas conspiraciones inverosímiles que nadie está dispuesto a creer, aunque quizá allí mismo radique toda su efectividad. Esta idea central recorre toda la obra de Don DeLillo. Junto a sus compatriotas Philip Dick y Thomas Pynchon, para sólo mencionar a dos de los más conocidos, DeLillo pertenece a esa raza de autores que practican lo que Ricardo Piglia ha denominado "ficción paranoica". Una suerte de relato basado casi exclusivamente en la sospecha de que todo el tiempo somos controlados sin darnos cuenta. DeLillo se ha abocado a la imposible tarea de denunciar los sistemas que nos acosan, desde la publicidad y la televisión hasta el deporte y la guerra, pasando por el rock y el terrorismo. Dos de sus obras maestras, "Ruido de fondo" y "Libra", nacieron precisamente de una radicalización de esta postura, al tratar el impacto que tienen la ciencia y los organismos gubernamentales en la vida privada. "Submundo", el libro que acaba de aparecer en castellano, para contrarrestar el que recientemente ha sido editado en inglés, "The body artist", es una sumatoria de toda su obra. Su monumentalidad, sin duda, la convierte en una de las novelas más ambiciosas que se han escrito en Estados Unidos. en los últimos años. Acá, DeLillo ya no libra una batalla perdida contra la concepción conspirativa del mundo posmoderno, sino que parece reflexionar narrativamente sobre la estructura de la sociedad y sus cambios a lo largo de los últimos 50 años. Nadie puede albergar ninguna duda sobre la irrealidad de tal proyecto. DeLillo, sin embargo, en la impresionante escena que abre el libro, nos hace creer que es capaz de todo. Allí, como un amable dios fabulador, parece que está en todas partes, dispuesto a transportarnos en el tiempo a aquella tarde de 1951 en la que los Gigantes de Nueva York conocieron la gloria en la isla de Manhattan, poco antes que se supiera que los rusos habían probado exitosamente la bomba atómica, dando comienzo a lo que se dio en llamar la "guerra fría". El cuadro de Brueghel "El triunfo de la muerte", cuyo título toma prestado el prólogo del libro, es una clara alusión a lo que la bomba significaba. La instancia narrativa de la novela, curiosamente, no está tan atada a un personaje como a la pelota de béisbol de ese famoso partido. Así, el relato la perseguirá a lo largo del tiempo, pero no de forma cronológica, ya que la narración no avanza de manera lineal sino que se mueve arbitrariamente, rompiendo con la estructura lineal a la que son tan afectos casi todos los escritores contemporáneos. El poseedor de la famosa pelota en 1992 es lo más cercano a lo que podríamos llamar el protagonista de la novela. Nick Shay, como el autor mismo, vivió su infancia en el Bronx durante los años 50, y es el único en todo el libro que habla en primera persona. Nick, un experto en el tratamiento de la basura, y su hermano Matty, ex prodigioso jugador de ajedrez, son parte de esa comunidad de personajes masculinos débiles que pueblan las novelas de DeLillo. Inescrutables, observadores taciturnos del mundo, sin embargo, no saben que su destino es una impotencia innata para enfrentar el universo que los rodea. Jamás serán impermeables ante los dictámenes ajenos, están conformados por ellos y quizá por eso siempre terminan conformándose. La mayoría de las novelas de DeLillo empiezan con un hombre solitario obligado a entrar a una suerte de cámara sellada. En "Libra" es el joven Lee Harvey Oswald parado enfrente de la ventanilla de un vagón del subterráneo. Otros de sus primeros libros, aún no traducidos al castellano, empiezan con sus protagonistas adentro de aviones o directamente encerrados en habitaciones, aislados del mundo. Incluso cuando DeLillo parece ceder y describir un paisaje no lo hace más que para acentuar la sensación de pérdida. Es como si los personajes intuyeran que la única salida es el encierro. Afuera la vida es imposible. Todos somos víctimas del sistema, oprimidos por todos los discursos que nos rodean y nos obligan a actuar de la forma que se quiere que actuemos. "Submundo" es una gran novela posmoderna. No sólo cuestiona los grandes relatos de los que habla Jean François Lyotard, sino también la idea de centro y hasta la de individuo. El tema del libro -si es que se puede hablar de tema en este contexto- queda bien claro cuando Nick Shay descubre que ha sido engañado por su esposa, y se da cuenta que todo lo que ha venido haciendo hasta ahora es llenar un lugar. Cualquiera puede hacerlo mientras respete las reglas. Nadie es mejor ni peor que otro sino que tan sólo está en una posición distinta. Aceptar esto es resignarse a ser un ladrillo más en la pared; rechazarlo, volverse un outsider, un exiliado del mundo, un paria. Así, la publicidad, la televisión, los deportes, el periodismo, la música popular, el arte complaciente, casi todo, no son más que formas encubiertas de dominación, y si hay una salida, en alguna parte, quizá haya que empezar a buscarla en ese submundo al que muy pocos privilegiados pueden acceder.
| El autor nació en 1936 en la ciudad de Nueva York. | | Ampliar Foto | | |
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