| | El golpe de gracia Pinti, un paladín de la gente sin calma
| Silvio Mario Valli
En una encuesta hecha por la desaparecida revista La Maga, entre niños de escuelas primarias sobre la vida familiar de cada uno, una niña de 9 años respondió: Mi papá es como Pinti, protesta dentro de casa y afuera las cosas siguen igual, con la diferencia de que Pinti... cobra Todo un hallazgo de síntesis del género que practica Enrique Pinti desde hace 20 ó 25 años, prueba de ello es que el mismo artista lo acepta -no hay mejor defensa que un buen ataque- cuando responde a Escenario (20/5/01) sobre si se considera un privilegiado: "... me va bien en el teatro". Desde sus conocidos monólogos, salsas y pericones, lo de Pinti es una suerte de mitin anarquista-político-social, donde el vociferante y acelerado cómico vomita todas las represiones, broncas y frustraciones que el ciudadano común anida en su psiquis y en su cuerpo, y lo hace al módico costo de una entrada, convirtiéndose en un vicario popular con gruesos epítetos no aptos para pacatos... ¿quedará alguno? Analizando fríamente el discurso de Pinti, que tan buenos resultados económicos le ha dispensado, es fácil advertir que lo que hace es un masturbatorio manejo de la realidad en forma pendular, demagógica y ambigua, imprimiéndole -particularmente a sus monólogos- una velocidad que impide reflexionar o pensar, ya que hay que pasar a la siguiente idea, sin analizar la anterior. Pinti se erige en "defensor/paladín" de pobres, carenciados y perjudicados nacionales, atacando a una clase que puede pagar una entrada para verlo despotricar contra un sistema y que, paradójicamente, lo aplaude en forma entusiasta. Mi Outsider Personal, que relojeaba esta columna, me asombró al espetarme: "Don Valli, hay Pinti para rato, ya que cuanto más mal le vaya a este país, con sus injusticias sociales, su inequidad, su bronca y estupidez... mejor le irá a Don Enrique".
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