Sabine Glaubitz
Baudelaire tenía remordimientos, La Fontaine se llamaba a sí mismo un plagiario y Voltaire consideraba que el robo intelectual era natural en las obras literarias. "Con los libros sucede como con el fuego: se toma el fuego de un vecino, se prende el propio y se lo da a otros, pertenece a todo el mundo", afirmó Voltaire alguna vez. La lista de los "ladrones de palabras e ideas" franceses es larga y se extiende hasta el siglo XVI. En la nueva obra de consulta "Les plagiaires. Le nouveau dictionnaire", de Roland de Chaudenay, publicado por editorial Perrin, son presentados en forma alfabética, desde la A con Blaise Auriol hasta la Z con Emile Zola. "El plagio es la base de toda literatura, a excepción del original, que por lo general es desconocido", escribió Jean Giraudoux (1882-1944). De esta manera, el escritor francés se convirtió en el representante de varias generaciones de imitadores de otros autores. "Muchos escritores consideraban que el robo de propiedad intelectual era más o menos legal", explica Roland de Chaudenay en su interesante obra. Voltaire (1694-1778) es clasificado por de Chaudenay entre los mayores y más osados plagiarios, ya que se sirvió indecorosamente de sus colegas. El autor indica que "Voltaire tenía una doble moral. En el fondo él mismo se condenaba. Además plagió a escritores de los que aparentemente no tenía una opinión muy elevada", señala. A Rabelais, por ejemplo, lo consideraba un "bufón" y un "monje borracho". La obra "El hijo natural" de Denis Diderot (1713-1784) es muy similar a la comedia "Il Vero Amico" (El verdadero amigo) del dramaturgo italiano Carlo Goldoni. Numerosas situaciones, personas y parte de los diálogos fueron tomadas por Diderot de su contemporáneo. En el año 1758 debió justificar su proceder. "Me he servido de una cosa que pertenece a todos. Goldoni tampoco tuvo escrúpulos, él saqueó El avaro de Moliére y nadie dijo nada", aseveró Diderot. Stendhal (1783-1842) se escondió bajo el seudónimo Louis- Alexandre-Cesar Bombet. En 1815 el italiano Giuseppe Carpani descubrió que la obra "Lettres écrites de Vienne en Autriche sur le celebre compositeur Joseph Haydn" (Cartas de Viena en Austria sobre el famoso compositor Joseph Haydn) de Stendhal era en tres cuartas partes una traducción textual de su "Haydine", publicada en 1812 en Milán. También la publicación de 1817 "Historia de la pintura en Italia" se asemejaba a textos de autores italianos, lo que a Stendhal, durante algunos años cónsul francés en Italia, no le molestaba en absoluto. "De 20 páginas al menos 19 son traducidas. No cité los originales para no distraer la atención del lector con notas a pie de página", se justificó. El mítico Charles Baudelaire sintió siempre remordimientos por "Las flores del mal", y sentía que había saqueado a poetas con menos suerte que él y que no habían dado a publicidad sus obras. Aunque los escándalos que suscitó la obra hicieron que se olvidase de las culpas y se convirtiese en un cruzado contra la censura. Pero también autores contemporáneos proceden con el mismo desparpajo. El asesor especial del fallecido presidente François Mitterrand, Jacques Attali, publicó en 1982 "Historie du temps" (Historia del Tiempo). Allí se encuentran pasajes enteros de Ernst Junger y Jacques Le Goff. Al ser acusado de plagio, Attali acusó a su editor de haberse olvidado de colocar las comillas. Alain Minc, Philippe Sollers y el obispo francés Jacques Gaillot ocupan un lugar en la galería de "ladrones de palabras" del siglo veinte. "A su manera todos se hicieron culpables, hoy como antes", opina Roland de Chaudenay sobre los personajes que pueblan su nutrido y original diccionario, "pero todos son plagiarios según el principio hay que tomar del emperador lo que no es del emperador".
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