Cada vez que alguien compra un pantalón en el país hay casi 50 por ciento de probabilidades de que la prenda haya sido manufacturada en una fábrica no registrada y con trabajadores ilegales. Y además es posible que la marca sea falsificada. El 45 por ciento de la ropa que se comercializa en el país fue elaborada en fábricas clandestinas, fenómeno que le cuesta al estado unos 500 millones de dólares en evasión de impuestos, según la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria.
En Buenos Aires cualquier persona puede comprar en puestos callejeros prendas de las marcas más famosas por 20 pesos, cuando en el circuito formal cuestan más de 70 pesos.
Por ser uno de los sectores que emplea mano de obra intensiva, el gobierno puso en marcha un plan para intentar proteger a las empresas que producen en forma legal y para captar la recaudación impositiva por las aproximadamente 75 millones de prendas falsificadas que se venden cada año.
El plan incluye la eliminación de algunos impuestos y la creación de un grupo formado por funcionarios y empresarios para detectar empresas ilegales y mercaderías importadas a precios menores a los reales. A cambio, las empresas del sector se comprometen a no realizar despidos masivos hasta abril de 2003.
Las alarmantes cifras forzaron a algunas firmas del sector a iniciar una campaña en la Justicia y en los medios de comunicación para acabar con el mercado negro. Pero el esfuerzo resultó mayor que intentar tapar el sol con las manos.
El escenario lo describió recientemente la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, cuando aseguró en un acto público que el gobierno va a perseguir "a los que están explotando a trabajadores que trabajan en condiciones inhumanas. Empresas que trabajan de manera desleal, que no permiten el normal desarrollo de la actividad".
La facturación por la venta de indumentaria ilegal trepa a 1.100 millones de dólares al año y esa industria paralela emplea a unos cuarenta mil obreros, el equivalente al 57 por ciento de la mano de obra del sector.
"En la industria de la indumentaria hay 30 mil trabajadores registrados y hay 70 mil", dijo Alejandro Sampayo, presidente de la Federación de la Industria Textil Argentina. "El problema que hay es que esa gente es el único trabajo que tiene" en un país con 15,4 por ciento de desocupación, agregó.
Fabián Backchellian, titular del grupo productor de calzado e indumentaria Gatic, con plantas en todo el país, espera que el nuevo plan del gobierno "logre restituir a las empresas que operan en la legalidad. Casi el 50 por ciento de este mercado hoy está en manos de la ilegalidad".
Para Sampayo, el problema de la industria de la indumentaria no es diferente al del resto de los sectores productivos. "El 40 por ciento de la economía argentina no está registrada, no es un fenómeno de esta industria", dijo.
Hasta la camiseta
Cualquier simpatizante de un club de fútbol argentino puede comprar en los alrededores de un estadio, antes o después del partido, una camiseta del equipo de sus amores. Pero pagará unos 60 dólares menos que si comprara la casaca original en un establecimiento autorizado. Y lo peor es que no se preocupan por ocultarlo: los puestos no sólo están a la vista de los asistentes a los estadios, también de los agentes de policía que los custodian.
Las empresas de indumentaria firman contratos millonarios con los clubes de fútbol, pero sus cláusulas de exclusividad son incompatibles con estos puestos.
Nike, proveedor en Argentina de la camiseta del equipo de fútbol más popular del país, Boca Juniors, inició en 2000 una campaña para intentar reducir el mercado de falsificación de sus productos. Pero en el camino se topó con varias dificultades: para evitar ser descubiertas, las fábricas textiles clandestinas no permanecen mucho tiempo funcionando en el mismo lugar, además tampoco quedan registros de contratación de personal o constancias de compra de insumos o pago de fletes para la distribución del producto.
Sampayo aseguró que las grandes marcas de ropa sólo manejan entre 7 y 8 por ciento del mercado y parte del 93 ó 92 por ciento restante de la industria se dedica a falsificar marcas.
Unos años atrás, el actual presidente de la Unión Industrial Argentina reveló un dato que resume la situación del sector: en la puerta de la Secretaría de Industria y Comercio, que tiene como función proteger la producción local, cualquier peatón podía comprar prendas de marcas falsificadas.