La disposición táctica que determinó Edgardo Bauza para recibir a Cobreloa hacía suponer que las consignas eran idénticas a las empleadas en el desierto de Calama. Fundamentalmente la de tener la pelota, cuidarla, darle circulación y tratar de quebrar la resistencia rival en el momento oportuno. En este sentido argumental se sostenía el fundamento de jugar como local con dos enganches y un hombre de punta. Sin embargo, los primeros minutos fueron suficientes para demostrar que Central, con De Bruno y Ezequiel González, no podía ejercer el dominio del balón, y la explicación estaba dada en la falta de precisión y la inexplicable acleración que los volantes le imprimían a sus movimientos. Por eso fue Diego Erroz el jugador que trató de darle algo de claridad al medio auriazul, y lo hizo con sus subidas incisivas por derecha, pero que inexorablemente terminaban en pelotazos cruzados para un Pizzi que sigue luchando contra él mismo. En tanto, el fondo de Central ratificaba su ajustado funcionamiento con Loeschbor como el hombre que marcaba los tiempos, y esta sincronización hasta le permitía a Darío Marra demostrar su comodidad cuando se trata de jugar como lateral derecho bien definido. Si hasta elaboró algunas gambetas al mejor estilo de un defensor carioca. Pero el mayor problema estaba en la zona de volantes, porque Cuberas alternaba buenas y malas, y el Negro Quinteros empezó impreciso y terminó dolorido. Desde lo táctico, Central no hizo un buen partido, pero realizó lo suficiente para conseguir una victoria, que no se plasmó por los errores que partieron de un temperamento ya descripto (ver página 3). Bauza deberá trabajar en el nuevo ensamble del conjunto, y tratar de mantener la regularidad y eficacia que evidenció hasta ahora en la Copa Libertadores, y que tan buenos dividendos le otorgó.
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