Roma. - Ningún país democrático del mundo ha vivido tantos cambios de gobierno como Italia. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, este país ha tenido 58 gobiernos. Es decir, que cada gobierno duró menos de un año como promedio. El primer ministro saliente, Giuliano Amato, asumió en abril del año 2000. Las peculiares condiciones políticas italianas tienen su origen en la Guerra fría. Como Italia formaba parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, se le exigía que impidiese a toda costa la llegada al poder de los comunistas, que en aquella época constituían el mayor partido de la oposición. El precio que el país tuvo que pagar por esa demanda geopolítica fue la permanencia en el gobierno, durante largas décadas, de los democristianos, algo que derivó en una corrupción extendida y el surgimiento de partidos muy pequeños cuya única función consistía en hacer posible la formación de gobiernos de mayoría liderados por la DC. Este eterno malabarismo de la política italiana se debió a la existencia de un sistema electoral de representación proporcional, que beneficiaba a los partidos chicos. El derecho electoral fue reformado a comienzos de los años noventa, después de que la Justicia derribara, con su campaña contra la corrupción (Mani Pulite), a la llamada Primera República. Actualmente, las tres cuartas partes de los escaños se eligen en base al sistema de mayoría relativa y el resto en base al sistema de representación proporcional. Además, para poder entrar en el Parlamento, cada partido tiene que superar la barrera mínima del cuatro por ciento de los votos. Pese a esto, los partidos se multiplicaron, en lugar de disminuir: en Italia hay hoy unos 40 partidos pequeños y grupúsculos. Al igual que antes, tanto la izquierda como la derecha se ven obligadas a pactar complicadas alianzas electorales para formar gobiernos de mayoría. Esta práctica hizo caer, por ejemplo, en 1998, al hasta entonces exitoso gobierno de Romano Prodi, quien encabezaba desde 1996 a la coalición El Olivo. Un voto de desconfianza propiciado por la quita del apoyo externo de Refundación Comunista precipitó la caída de Prodi. Episodios similares se han registrado numerosas veces en la abigarrada vida política peninsular, siempre con pequeños partidos que detentan un desproporcionado poder en la mesa de negociaciones. Los dos partidos políticos más grandes de Italia actualmente son, de lejos, Forza Italia, de Silvio Berlusconi, y los Demócratas de Izquierda. Ambas agrupaciones alcanzaron en las elecciones de 1996 poco más del 20 por ciento de los votos. Muchos partidos aliados de ellas son pequeñísimas formaciones derivadas de la diáspora de democristianos y socialistas. También abundan los partidos ecologistas, extremistas de derecha, liberales radicalizados, etc.
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