Año CXXXIV
 Nº 49.115
Rosario,
domingo  13 de
mayo de 2001
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Italia elige entre Berlusconi y Rutelli con cinco millones de indecisos en juego
Se cerró una de las campañas más virulentas desde las primeras elecciones luego de la guerra, en 1948

Roma. - Los italianos vivieron ayer la jornada de reflexión previa a los reñidos comicios de hoy, en los que decidirán si otorgan el gobierno a la centroderecha encabezada por Silvio Berlusconi (Casa de las Libertades) o a la centroizquierda representada por Francesco Rutelli (El Olivo).
Hasta poco antes de la pasada medianoche del viernes, ambos líderes políticos aprovecharon para lanzar los últimos mensajes, centrados en especial en los indecisos, que son unos cinco millones de los más de 49 millones de ciudadanos con derecho a voto. Se cerró así una de las más enconadas y agrias campañas electorales desde 1948, luego de la instauración de la república.
Las últimas encuestas que pudieron publicarse legalmente, hace dos semanas, apuntaban a diferencias de entre cuatro y seis puntos favorables para Berlusconi, lo que implica una fuerte reducción de la ventaja, que hace un par de meses era de veinte puntos.

Lucha cerrada
Ese hecho deja entrever aparentemente que la victoria de Berlusconi, descontada por prácticamente todo el mundo político hasta hace poco, no está tan segura como parecía y que esos millones de indecisos tienen en sus manos el resultado de hoy, si finalmente deciden ir a las urnas.
Por eso, tanto Berlusconi como Rutelli, se esforzaron en captar esos votos. El líder conservador, para hacer más amplia su eventual mayoría y el de El Olivo, para agrupar en torno suyo el voto útil de los progresistas, diseminado en pequeñas formaciones, como los comunistas ortodoxos de Refundación Comunista o los radicales de Emma Bonino.
Con esos llamamientos terminó una campaña dura, donde más que nunca predominaron los ataques personales y cuestiones alejadas de los propios programas electorales y en la que las polémicas muchas veces fueron suscitadas por sujetos no implicados directamente en la contienda política, como intelectuales, periodistas o actores.
Berlusconi se convirtió en el protagonista, al anunciar hace un mes, al comienzo de la campaña oficial, haber sido objeto de amenazas terroristas.
Después llegó la fuerte campaña de gran parte de la prensa extranjera, con artículos que recuerdan su condición de magnate empresarial (es el hombre más rico de Italia) y sus problemas, pasados y presentes, con la Justicia.
Por último, el recordatorio del llamado "conflicto de intereses", basado en el hecho de que posee las tres principales cadenas privadas de televisión y que, si gana las elecciones, controlará los tres canales de la estatal RAI, un hecho insólito en las democracias occidentales.
Berlusconi, en tanto, un día dejó entrever que vendería su empresa Mediaset, otro lo negó y el viernes por la noche se comprometió a resolver con una ley ese conflicto de intereses antes de que transcurran cien días de su presunto futuro gobierno.
El candidato conservador en todo momento descalificó las críticas recibidas por considerarlas "una campaña de infamias de la izquierda" al tiempo que acusó a sus rivales de una política ineficaz en el ámbito laboral y fiscal, para lo que recuerda su condición de empresario y creador de empleo. Berlusconi llegó a decir que la demoledora investigación que le dedicó el periódico conservador británico The Economist, la biblia del liberalismo económico en todo el mundo, era "pura basura".
Por su parte, Francesco Rutelli, desarrolló una campaña tranquila, centrada en la explicación de su programa mientras otros asumían el trabajo sucio de criticar al rival.
Rutelli restó importancia en forma acertada a las diferencias internas que erosionaron a El Olivo y pasó por encima de los que, incluso en su proximidad, vaticinaron una victoria de la centroderecha.
Ante la negativa de Berlusconi a enfrentarse en un debate televisivo con Rutelli, éste aprovechó el viernes a la noche para lanzar a los italianos las tres preguntas que había prometido hacer cara a cara a su rival durante toda la campaña.
Se trataba de saber si es posible gobernar teniendo como aliada a la racista Liga Norte de Umberto Bossi, si se puede hacer una campaña con promesas que son "mentiras" y por qué "quiere quitar recursos a las familias para dar a los ricos", en referencia a las quitas fiscales prometidas por Berlusconi.
La decisión estará hoy en manos de los italianos, aunque ambas agrupaciones confían en el triunfo, ya que la derrota, además de alejar del poder, tendrá devastadoras consecuencias en la cohesión interna de la coalición perdedora.



Berlusconi le propuso un "contrato" a los italianos.
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