El primer propietario de estas tierras fue Adrián Fernández Cornejo, que las obtuvo gracias a una merced de las autoridades de la corona española del Virreinato del Río de la Plata. Con el paso de los años, maderas valiosas fueron extraídas, así como ganado que se alimentaba en sectores bajos. Grandes cedros, lapachos y horco molles llegaron a ser el motivo principal de la explotación maderera. Sin embargo, gran parte del paisaje original pudo conservarse y en 1948, por orden del gobierno nacional, 40 mil hectáreas pasaron a expropiación para convertirse en el Parque Nacional El Rey. Entre las caminatas que recrean la estada del viajero se encuentra el camino que se abre entre el bosque chaqueño, con manchones de selva basal en las lomadas inferiores. Luego de pasar por varios vados se presenta el Popayán, río cubierto de grandes y redondeadas rocas blancas. Allí hay un sector para acampar, si bien con la falta de todo tipo de infraestructura. La laguna de los Patitos (escasean en el parque) resulta un sitio indicado para la observación de aves acuáticas, en especial para los amantes de la fotografía, que hallan en la vegetación de las orillas un adecuada techumbre. La cascada de los Lobitos es otro punto para no perderse. Escondida entre el follaje, este remanso de tranquilidad absoluta guarda al caer un pozo de frías y oscuras aguas. Su continuidad afluye en el Aguas Negras, arroyo que se encajona en angosto valle que tiene como límite altos paredones de roca rojiza.
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