Cilsa se encuentra inactiva desde mediados de 1998, cuando un conflicto desatado entre la patronal y los 120 operarios de su plantilla por la falta de pago de salarios devino en una cesantía masiva de trabajadores y el posterior cierre de las instalaciones. En el interín, la empresa se presentó a concurso de acreedores y los obreros respondieron con la instalación de una carpa en el ingreso fabril, que se levantó después de cuatro meses de protesta. El virtual abandono en que quedó sumida la fábrica facilitó el accionar de vándalos y ladrones. En tanto, el directorio de Cilsa se mostró incapaz de remontar la abultada deuda de la empresa y fue el municipio el que debió salir a buscar distintas alternativas para su reactivación. Las buenas intenciones por lograr este difícil cometido chocaron invariablemente contra la burocracia legal, la falta de créditos de fomento y la desidia de sus propietarios. Ante este panorama, Cilsa fue librada a su suerte y terminó siendo un fantasma casi en pleno centro de la ciudad.
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