El gobierno, pero también la clase política, se interroga si es oportuno en medio de una crisis económica que no zafa, que se conmuevan los tribunales con juicios sobre corrupción, especialmente el affaire de las armas que envuelve al ex presidente Carlos Menem y a varios de sus ex ministros.
Para algunos, tanto en los aledaños a la presidencia como del menemismo, se trata de una mezcla explosiva. ¿Hay datos claves para así considerarla? Es inexistente un complot oficialista contra el anterior mandatario y ningún examen explica en estos ruidos por qué es tan duro bajar el riesgo país. Así lo reconoce Domingo Cavallo, para quien la terquedad deviene de no "poder torcerle el brazo" a los operadores económicos que siguen creyendo que es negocio apostar por el default argentino. O porque no hay plan para crecer. Hay cierta perestroika judicial porque se ha fisurado el corsé de control armado en la década anterior lo que permite que los expedientes, algunos como el de las armas con siete años de idas y venidas, tengan otro fluir. La Corte Suprema, la última ratio en cualquier caso, por ahora emite señales que no quiere perturbar el expediente. Si en la lógica electoralista, puede haber quienes dentro de la Alianza aguarden réditos políticos por el trance que envuelve al justicialismo luego de la malhadada foto de la asamblea en el Parlamento, es dudoso que ese potencial desgaste de la oposición pueda ser captado por el oficialismo aún incapaz para remontar la grave crisis económico y social. Esa foto fue comienzo y fin de una operación donde la mayoría de los peronistas con responsabilidades se han alejado.
Va a ser inevitable que cualquier traba al proceso judicial, aún la chicana de los abogados, sea leída como "un pacto de impunidad". Hay necesidad de una bisagra en las costumbres de la Justicia criolla. Cierto movimiento transversal, que abarca a hombres del peronismo, los radicales, el frentismo, piensan que el esclarecimiento sin cortapisas del caso de las armas y de otros que envuelven a ex y, en potencia, a actuales funcionarios, dará suficiente aire a la cargada atmósfera, capaz de cohesionar a los ciudadanos para enfrentar los desafíos de la economía.
Raúl Alfonsín sostiene que "en democracia no puede haber impunidad". Sale así al cruce de las sospechas de que su acuerdo por la reforma constitucional en 1994, dejó engarzado un poder secreto donde se diluyen los trapos sucios. "Ni queriendo se puede detener este proceso", cuenta un allegado al ex presidente. Se comprende: la prensa, por caso, ha mantenido en vilo las causas por ilícitos a la que se sumará ahora la que comandará Elisa Carrió con la documentación enviada por el Senado norteamericano, sobre su investigación sobre lavado de dinero que envuelve al Federal Bank con depositantes que tendrían dificultades para explicar el origen de sus fortunas.
La hora de Elisa Carrió
La diputada chaqueña toma providencias para que ninguna filtración le sea atribuible. Ocurrió con el "secretísimo" dictamen de la bicameral pidiendo la remoción de Pedro Pou. La única copia que fue a manos del presidente, incluyó una modificación de último momento: en la que la misma noche que la recibió, la publicó con la enmienda la web de un diario económico porteño. Carrió quiere darle rigor a la pesquisa, sin convertirla en un festival; se quiere evitar una cacería de brujas. Hay hombres del espectáculo entre los titulares de cuentas millonarias en dólares que no deberían generar sospechas. Y nombres del "ancien regime" y de su sucesor: es lo que puso en estado de soponcio al jefe de Gabinete, Crhystian Colombo, ex integrante de un banco cuyas actividades merecen varios documentos que manejará la comisión que presidirá Carrió si es que alguna mano negra no logra evitarlo y con eso, entierra la pesquisa.
Domingo Cavallo puso una pica en Flandes al proponer que el tema de las armas pase a la Corte Suprema y cosechó duras críticas. Es que la idea aporta a la sospecha de impunidad de la que el presidente quiere desligarse, subvierte las normas de igualdad ante la ley y habla como un primer ministro y de asuntos no económicos. "Se arrepintió cuando salieron a castigarlo porque lo sacaron de contexto", lo justifican.
Como en algún momento el juez Jorge Urso lo citará, tiene en la manga el as de la impugnación al magistrado, que pude llevar a que se designe otro, y a un atraso descomunal del proceso. Ya se ataja insistiendo que todo lo que conoce está escrito en su libro "El peso de la verdad" donde todos los caminos conducen a Antonio Erman González. Que el ex ministro de Defensa no haya quedado detenido el viernes, no produjo un dramático vuelco en el expediente. No es improbable que el juez haya razonado con la oportunidad de una prisión preventiva al ex ministro porque daría motivos para sospechar que con Carlos Menem procedería de la misma manera. El magistrado no desconoce el manejo de los tiempos.
Hay además tires y aflojes y presiones y juegos al gato y al ratón. Urso atribuye a un hombre de Menem un informe periodístico sobre sus propiedades. "Si me hacen caer, me llevaré a varios", amenaza y se apresta a ampliar el espectro de citaciones, como la del ex jefe de la Side, Hugo Anzorreguy. El fiscal Carlos Stornelli, que con el juez tiene un juego de sube y baja, buceará en el patrimonio de Emir Yoma y de Menem. Hay un problema: al ex presidente ya lo investigaron por una denuncia de prensa y fue absuelto.
El presidente ha comenzado a preguntar. Habló con operadores de Manhattan, dos de ellos hijos de periodistas, Javier Timerman y David Sekiguchi, que le explicaron los mecanismos de Wall Street hasta pasada larga la madrugada del jueves. Consulta para escenarios de lluvia, como se dice en la jerga castrense, incluso con economistas de su partido, críticos de Cavallo. El ministro promete, sin plazos, la caída del riesgo país y con ello el canje de la deuda a tasas no leoninas para darle oxígeno al sistema financiero.
Ahora no cree en un torrente de inversiones extranjeras, excepto para las obras de infraestructura, ese proyecto de su crítico en economía en el oído presidencial, el secretario general de la Presidencia Nicolás Gallo. Este tiene con Cavallo un acuerdo por el manejo del aparato de difusión del gobierno, a juicio del ministro, inexistente. Para la reactivación Cavallo pone el acento en los acuerdos sectoriales, que como un mecano, quiere ir armando para recomponer algo del tejido industrial del país, mirando al mercado interno y externo. El primero de ellos, sobre bienes de capital, obligó al jefe del Gobierno porteño a firmarlo con reservas: el coordinador del encuentro, el ministro del Interior, Ramón Mestre, lo invitó dos horas antes de la ceremonia y no conocía el texto.
La UIA respalda pero está a la "izquierda" de Cavallo. Los industriales potencian un movimiento productivista con el apoyo ostensible de Eduardo Duhalde. El ex gobernador habló hace semanas con Carlos Chacho Alvarez de esta iniciativa que tuvo el viernes sus primeros escarceos y de marchar hacia la transversalidad, para dividir las aguas políticas del futuro inmediato.
El gobierno tiene otras urgencias: no ver trabadas sus iniciativas en el Parlamento. El menemismo es minoría en la Cámara baja, como lo exhibió el debate sobre el euro. No alcanzó a plasmar allí en un proyecto su iniciativa para la dolarización. En la Cámara alta no se levantarán barricadas. Un senador cuenta: "Vamos a negociar la confirmación de (Roque) Maccarone, por un peronista en el directorio del Banco Central. Y nos tomaremos tiempo para darle sanción a la nueva convertibilidad". Pero la aprobarán. El giro que dio Carlos Reutemann sobre la asamblea peronista en el Parlamento, de la que Duhalde se ufana haber previsto su inconveniencia, ha sido seguido por mas gobernadores.
El Parlamento debería estar más atento a que la Constitución no se viole. Es lo que ocurrió con los ejercicios aéreos argentino-norteamericanos realizados con aviones sofisticados en Córdoba. El permiso constitucional para que tropas extranjeras operen en el país, sólo lo aprobó la Cámara baja. El Senado, como se ve, lo hará cuando todo terminó ya hace días.
Chacho y sus fantasmas
Finalmente Chacho rompió el silencio para apartarse de la dirección efectiva del Frepaso, dedicarse a la reflexión y despegarse del presidente de la Rúa, a quien no cree recuperable. El dramático gesto lo aleja de lo menos: ser candidato a senador. "No quiero el poder", insiste, negando la sal y la vida de la política. ¿Se puede reformarla desde fuera de la práctica partidaria? El cree que sí, que las estructuras son un chaleco para desplegar iniciativas, intentar desplegar una nueva corriente que desde las históricas se pueda arribar a una nueva síntesis. Es querer volver a empezar, pero han ocurrido cosas en el camino y hay desencantos del electorado con un proyecto y su dirigente carismático. Cierra el circulo iniciado cuando dejó la vicepresidencia: irse del gobierno.
Dice uno de sus exégetas: "La lógica cartesiana no sirve para entenderlo. Envía un mensaje: que así como critica la forma de hacer política en general, no excluye a su propio partido. La gente quiere que se discutan sus temas". El Frente Grande, y por extensión el Frepaso, están en crisis, proporcional a la de la Alianza, cuyo gobierno no puede recomponer hasta donde da la vista en el horizonte, la base social que le dio nacimiento.
Chacho quiere restablecerla pero sin recomendar al Frepaso que salga del gobierno, un espacio que no quiere regalar. Es la cuadratura del círculo creer que este equilibrio es posible si sus partidarios recuperan la actitud critica. "Si no hablaba el día que se iba a integrar la mesa nacional todo quedaba en un acto burocrático. ¿Cómo es posible no haber dicho nada el día que el peronismo se juntó para defender a Menem del Código Penal?, ¿cómo no reivindicar como propia las investigaciones sobre las armas, el lavado de dinero, la transparencia?, le escucharon decir. Sus críticos miran de otra manera las cosas: "Habló para robarle los diarios al plenario" frustrado.
Al Frepaso lo dirigirá un colectivo. Estos, en general, sucumben ante sus hombres más representativos, los que a su vez ocupan los vacíos. Aníbal Ibarra ya lo viene previendo desde hace rato. Pero sin Chacho, los dirigentes, sus cuadros medios, se sienten abandonados. Sin él, el radicalismo, especialmente en el interior, difícilmente le dé espacio al Frepaso en las listas de candidatos en octubre y peor si el socialismo popular revisa su permanencia en ese movimiento. A Chacho no le parece grave; sí, en cambio, haber perdido credibilidad. El también tiene culpas que no oculta, sin decir todo.
Si se mira el panorama latinoamericano, a excepción de Chile y Uruguay, la actual emerge como la hora del outsider. Si Alvarez y Carrió se ven así, ¿son la semilla de otra cosa? Ante el error, otro ensayo. Como si la suerte del sistema político tal como lo conocemos hoy, dependiera del éxito de Cavallo.