| | cartas Jerusalén, punto de discordia
| Para comprender una guerra no declarada como la que se libra entre palestinos e israelíes, es necesario describir a los contendientes: ambos funden y entrelazan la organización política, el Estado, la religión y el pueblo, formando un solo cuerpo. En las demandas territoriales ambos litigantes sostienen tener los mismos derechos, ambos pueblos hebreos y árabes desarrollaron el comercio como actividad esencial. De ahí se desprenden las enormes dificultades y lo complejo de la situación para alcanzar la paz duradera. Judíos y musulmanes están organizados sobre pilares de rígida y ferviente fe religiosa, que da solidez a todo el sistema. En cambio a las otras dos religiones importantes -una la cristiana, que tiene en cuenta sobre todo al hombre, más allá de la raza, y que separa el Estado de la religión, y la budista, que tiene una actitud pasiva frente a la vida- no les preocupan las organizaciones políticas ni las interpretaciones que caen en la esfera de lo temporal. Jerusalén es un punto clave para alcanzar la paz. Es cuna de tres grandes religiones: judía, musulmana y cristiana. Allí se encuentran los lugares sagrados como el Muro de los Lamentos del destruido templo de los judíos. También allí está la roca sagrada desde donde Mahoma ascendió, y los cristianos tenemos sitios sagrados como el Camino del Calvario. Si Jerusalén es la piedra de la discordia sustraigámosla del conflicto, que sea libre, patrimonio de la humanidad con tutelaje de las Naciones Unidas. Así, hágase de Jerusalén un modelo de humanidad en paz donde cada creyente vaya con alegría a sus lugares sagrados sin temor, y abrazados todos por finos hilos de espiritualidad y amor. Nelson O. Bonnet
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