| | Francia: Los finos sibaritas Sabores auténticos de la Alta Provenza a través de simples y vigorizantes platos
| La Ruta de los Grandes Alpes, en la Alta Provenza francesa, atraviesa tres parques nacionales y dos regionales, pueblos de piedra y madera, capillas con los muros cubiertos de frescos y relojes solares pintados sobre las fachadas de las casas. Los habitantes de esta región se definen como finos sibaritas y se jactan de descubrir sabores auténticos y de ofrecer al visitante una cocina "casera", de platos simples pero vigorizantes. Dicen que para enfrentar el intenso frío del invierno hay que elaborar comidas que le proporcionen energía a los trabajadores del campo, acompañados por el genepí, una de las bebidas que hicieron famoso al valle del Ubaye. En esta ruta gastronómica se encuentran salchichas de todos los gustos y quesos de vaca y de cabra, que se guardan en depósitos a la temperatura ideal para que maduren bien. En la mágica Provenza también se realizan viajes signados por las leyendas, como la que cuenta que María Magdalena, la santa, fue expulsada de Judea con las otras Marías, y que juntas llegaron al lugar que ahora se conoce con el nombre de las Santas Marías del Mar. Se cuenta que comenzó allí una tarea evangelizadora que la convirtió en la santa patrona de la región. Más allá de la leyenda, María Magdalena pasó sus últimos treinta años de vida en una gruta del macizo de Santa Baume. La historia cuenta que desde finales del siglo V, reyes, papas y peregrinos visitaron esa gruta a través de los "caminos de los reyes", que entonces estaban jalonados por siete oratorios que representaban la vida de María Magdalena. Actualmente sólo hay cuatro oratorios, pero muchos peregrinos lo transitan para encontrarse con la espiritualidad que le atribuyen al lugar. Y llegan hasta San Maximim, donde está la tumba de la santa, sobre la que se construyó una basílica. También atrae a los visitantes la Provenza de Cézanne, Van Gogh y Seyssaud, y la de los pintores naturalistas como Granet, Loubon y Guigou, que jugaron con colores fuertes, violentos. En Provenza lo que sobran son las rutas y el ingenio de aquellos que las están creando. Así surgieron "la ruta de la tierra", que revela los secretos de la tierra cocida, la cerámica y la loza, un arte que ya se practicaba en el siglo XVII. La Ruta de los Tejidos lleva a los muchos talleres en los que aún se teje artesanalmente, y una de las más nuevas es la Ruta de los Anticuarios, un regocijo para los que aman los muebles viejos.
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