Año CXXXIV
 Nº 49.108
Rosario,
domingo  06 de
mayo de 2001
Min 6º
Máx 18º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





El último gaucho alzado contra la ley
Historia del crimen: Vida y leyenda de Hormiga Negra
Actuó en la zona del arroyo del Medio y se hizo célebre después que lo tomaran como personaje de un folletín

Se llamaba Guillermo Hoyos pero la historia y la literatura lo consagraron por su apodo: Hormiga Negra. Fue el último gaucho alzado en contra de la ley, en una tradición donde se mezclan ficción y realidad y que se remonta por lo menos al célebre Juan Moreira.
Hormiga Negra nació en San Nicolás el 1º de diciembre de 1837. Según el historiador Hugo Chumbita, "era analfabeto, aunque aprendió a firmar, y tocaba la guitarra y el acordeón"; heredó el apodo de su padre. José de la Torre cuenta que en su juventud fue capataz de la estancia de Emiliano Sánchez, en Pavón, y que "a su eficaz desempeño se debió la desaparición de cuatreros" en la zona. Su vida transcurrió en el anonimato hasta que en 1858 mató a un hombre en el paraje Las Piedras, aparentemente por el amor de una chica; más tarde adujo en su descargo que entonces estaba borracho y no recordaba lo que había ocurrido.
El crimen obligó por primera vez a Hormiga Negra a escapar de la ley. Parece haber deambulado sin rumbo fijo por los alrededores del arroyo del Medio hasta que una comisión policial lo detuvo en una pulpería, al cabo de una pelea en que cayó muerto Zoilo Hoyos, hermano del matrero. En su vejez, Hormiga recordó así el enfrentamiento: "¡Pobre Zoilo! Lo partieron de un sablazo. Los milicos se me vinieron encima y tuve que manotear unas boleadoras. Dejé a seis por muertos, pero al fin me desarmaron y fui a parar a Rosario atado codo con codo".
Al parecer, mientras estaba preso en Rosario, Hormiga Negra fue reclutado para combatir en la batalla de Cepeda (1859), donde integró un cuerpo de artillería. Se dice también que participó en la batalla de Pavón (1862), a las órdenes de un tal comandante Gaitán.
Al volver a San Nicolás, no tardó en enfrentarse otra vez con la ley: armado con un cuchillo y un trabuco, dispersó a una partida policial y debió alejarse de la zona, aunque nunca parece haber ido más allá de Junín. En 1864, en casa de su tía Casilda, mató a un tal Pedro Rodríguez en otra pelea por lo que debió mantenerse prófugo. También se dijo que había herido a un peón en la disputa de un acordeón y es seguro que contaba con otros antecedentes en Rosario, porque en el mismo año el coronel Marcelino Freyre, jefe político de la ciudad, pidió a través de un escrito la "extradición" de Hormiga Negra.
El matrero se mantuvo prófugo hasta 1874, en que se lo detuvo. Un fiscal pidió que se lo castigara con pena de muerte, pero en definitiva le impusieron seis años de prisión por el crimen de Rodríguez. Cumplida la condena se estableció en un rancho sobre el camino La Bola de Oro y se dedicó a trabajar en forma pacífica. Sin embargo, se dice que en la revolución de 1890, en compañía de los gauchos Torta Frita y Lagartija, cortó los cables del telégrafo y levantó cincuenta varas de rieles del ferrocarril Central Argentino, "para impedir que pasaran algunas fuerzas que continuamente iban del Rosario para Buenos Aires en auxilio del gobierno", según un testimonio.
La leyenda de Hormiga Negra mientras tanto circulaba a través de la literatura: con material extraído de los archivos judiciales, el escritor Eduardo Gutiérrez lo tomó como personaje de uno de sus folletines. Y los hermanos Podestá comenzaron a representar ese texto en las funciones que daban en el circo de su propiedad.
En 1902 Hormiga Negra fue acusado por el crimen de la bolichera Lina Pensa de Marzo. El único cargo en su contra era la fama que arrastraba y el hecho de haber pasado por el lugar el día del asesinato. Además, Hoyos no se molestó demasiado en despejar las dudas.
-Le compré unas papas a la señora-dijo-. Y allí quedó, buena y sana.
Luego se defendió:
-Soy inocente como el agua -afirmó.
No fue suficiente. Hoyos volvió a prisión, hasta que un policía amigo detuvo a un tal Martín Díaz, quien confesó ser el homicida y luego "en audiencia pública pidió perdón a Hormiga", apunta De la Torre.
La vida del matrero experimentó otro sobresalto cuando llegó a San Nicolás el circo de los hermanos Podestá. Hormiga Negra asistió a la función y se enteró -con asombro, con enojo- que se iba a representar su propia historia.
Hoyos advirtió a los dueños del teatro que no iba a permitir que nadie se hiciera pasar por él. Le explicaron entonces que se trataba de "un homenaje respetuoso a su persona". Para salir de dudas, presenció la representación. Fue una función anormal: molesto por lo que consideraba inexactitudes, Hormiga Negra interrumpía una y otra vez a los actores, hacía aclaraciones y rectificaciones y explicaba su conducta, en medio del estupor del público y los artistas. "El dueño del circo, para sacárselo de encima, muy elegante y reservado, le hizo una gratificación de dinero", cuenta De la Torre.
Más tarde, en un reportaje de la revista Caras y Caretas, Hormiga Negra ventiló así su rencor: "Ustedes, los hombres de pluma, inventan cosas que interesen y resulten vistosas -dijo-. El gaucho se presta para todo. Si un pobre paisano se desgracia porque quiso mostrarse guapo y se desquita del que lo ofendió le cargan más muertos que los que matan los doctores. Así ha de ser el gaucho de novela: peleador hasta que no queden policías o hasta que lo limpien con una carabina Remington".
El escritor español Vicente Blasco Ibáñez lo evocó luego en su libro "La Argentina y sus grandezas" (1910): "El último gaucho malo -dijo, con cierto desencanto- vive hoy en honrada ancianidad, llevando la existencia de un viejo colono (...). Está retirado en el distrito de San Nicolás, sin querer recordar el pasado". Según su partida de defunción, falleció el 29 de diciembre de 1917, por una infección intestinal.



Guillermo Hoyos en los últimos años de su vida.
Ampliar Foto
Diario La Capital todos los derechos reservados