Año CXXXIV
 Nº 49.098
Rosario,
miércoles  25 de
abril de 2001
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Hechos traumáticos antiguos pueden afectar la salud y los estados de ánimo

Lydia Febre (*)

Situaciones dolorosas del pasado pueden volcar su angustia sobre el presente influyendo sobre el estado de ánimo y la salud. Una experiencia antigua de características traumáticas puede continuar controlando los pensamientos y con ello todas las áreas de acción. Los sentimientos de rebelión y enojo por la injusticia recibida pueden afectar la etapa del duelo clínico y éste prolongarse mayor tiempo del adecuado.
Gran parte de la energía psíquica se deposita en recuerdos negativos y la emocionalidad comienza a provocar bloqueos intelectuales. El individuo observa la pérdida de la motivación por situaciones que siempre convocaron su entusiasmo. Puede disminuir el interés intelectual, afectivo o laboral, destruyéndose hábitos que hacían más atractiva la vida. El "yo" comienza a actuar defensivamente como si solo pudiera recibir malas noticias.
Un accidente, el fallecimiento de un ser próximo, la pérdida de una propiedad por haber firmado una garantía, la traición de una amiga, socio o un ser querido, afectan la confianza y la autoestima.
Si el individuo no se recupera en un tiempo conveniente, su afección le impedirá encontrar la motivación necesaria para volver a ocupar un lugar competitivo.

Frustraciones
El presente siempre es una expresión del pasado. Pero el aferrarse a situaciones antiguas puede dar al sentimiento de injusticia una preponderancia que agobie al "yo".
El enojo con terceros impide reconocer la verdadera participación y responsabilidad que hubo en los resultados. Si bien ciertas consecuencias no pudieron evitarse, será preciso indagar los errores personales que se cometieron en el manejo de los hechos previos o posteriores a la situación desencadenante.
Numerosas frustraciones son consecuencia de continuar con determinadas posturas, en algunos casos desoyendo advertencias externas o de la propia intuición. La revisión a conciencia de lo sucedido ayudará a reconocer que hubo señales o antecedentes que no se tuvieron en cuenta. La reflexión permitirá obtener un aprendizaje, reaccionando frente al destino de manera constructiva.
El dolor puede transformarse en un hábito y convivir con él conduce invariablemente a resultados que lo confirman. La actitud de invalidez emocional sólo remarca con mayor fuerza sentimientos de pérdida e infelicidad. Esperar ayuda externa para probar el amor de los otros puede, peligrosamente, conducir al rol de víctima.
La vida es exactamente como la estamos forjando en el presente. Por lo tanto, el futuro de acuerdo a nuestros sueños será el resultado de las actitudes y decisiones de hoy.
En algunos casos, la continuidad en el dolor sirve como máscara para encubrir lo que la persona desea realmente hacer y no se atreve. El sufrimiento prolongado impide tomar iniciativas y de esta manera se evita la exposición a probables fracasos.

Dolor propio
Respetar el dolor propio significa asumirlo pero no depender de él. Para evitar esto y poner fin a una crisis por intensa que sea, urge recuperar el poder del "yo". Para esto, será necesario tomar distancia psicológica con la persona o situación traumática.
En algunas circunstancias, el dolor se transforma en impotencia o ira y ocupa gran parte de los pensamientos, gastando una costosa energía psíquica. Mientras el conflicto sea jerarquizado otorgándole importancia a veces dramática, permanecerán bajo su control las áreas de relación y operativas del sujeto.
Un ejercicio práctico a efectuar durante dos o tres semanas ayudará a poner distancia con las vivencias del pasado que afectan la autoestima: confeccionar una lista, lo más cuidadosa posible, con las situaciones del pasado o personas que actúan como controladores del estado de ánimo.
Por lo menos dos veces al día, poner paz entre el "yo" y la situación traumática o cada integrante de la lista. Esta sencilla actitud obligará a tomar autoridad sobre los núcleos de conflicto, debilitando el temor a los malos recuerdos.
Aun reconociendo la frustración que generan, resulta imprescindible enfrentar el pasado para aliviar el dolor. Cada herida sólo merece un tiempo de padecerla y adoptar una actitud pacífica permitirá salir de la influencia del enojo y su efecto paralizante.
Reconocer el poder de los actos personales ayudará a tomar decisiones favorables, capaces de transformar el más estrepitoso fracaso en semilla para un éxito mayor.
(*) Psiquiatra


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