Año CXXXIV
 Nº 49.098
Rosario,
miércoles  25 de
abril de 2001
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Muchas mujeres sueñan con manejar un vehículo y no lo logran

Laura B. Lago (*) Juliana Chiarini (*)

Creencias culturales e individuales justifican los temores propios que surgen a la hora de realizar el sueño de estar al frente de un volante. Con recursos simples y en poco tiempo es posible superar estos obstáculos.
Frases como: admiro a las chicas que manejan; yo no nací para esto; no necesito manejar; para qué voy a aprender si mi marido no me presta el auto, son escuchadas con frecuencia en boca de las mujeres. Pero, ¿son estas las verdaderas razones que las mantienen a distancia del volante? Por lo general no, detrás de ellas suelen esconderse la creencia de que son incapaces para manejar y otras, así como el miedo que genera este desafío.
Al vivir rodeados de otras personas desde que nacemos -educadores/protectores- (padres, docentes y otros adultos), ellos modelan según sus creencias sobre lo positivo y lo negativo, lo peligroso, lo que debemos evitar y a lo que es bueno acercarse.
Estas creencias, muchas veces inconscientes, actúan en la adolescencia y adultez a modo de ideas automáticas que como frases o imágenes fugaces se cruzan por la cabeza ante la necesidad o el deseo de realizar una acción concreta como manejar. Así provocan emociones (seguridad, miedo) que influyen en la conducta.
Si bien cada vez hay más referentes femeninos que contradicen estas ideas, los mitos populares aún confirman esta incapacidad. Cuántas veces se escucha: las mujeres entorpecen el tránsito; miedosa y tocando bocina como todas las mujeres; la mujer no nació para manejar, y otros comentarios por el estilo.
La puesta en marcha de estos prejuicios (que se activan como ideas automáticas) hacen que la situación de manejo sea frecuentemente interpretada como peligrosa. Así, el miedo natural se encuentra tan incrementado que puede impedir pensar con claridad, contaminar las respuestas físicas generando torpeza, o provocar un torrente de adrenalina excesivo con taquicardias, ahogos, mareos, aturdimiento y ansiedad, a veces con sólo imaginar anticipadamente la situación.Cuando esto sucede el aprendizaje o reintento por manejar se vuelve dificultoso, impedido, y en el peor de los casos, abandonado.
Es importante tener en cuenta que la capacidad para conducir promueve una cierta independencia que permite accionar en diferentes circunstancias de la vida, especialmente en aquellas en las que no se cuenta con compañía. En situaciones tales como realizar un traslado urgente de algún familiar, desplazamientos a lugares lejanos para los cuales no existen transportes u horarios adecuados, disminución del tiempo agilizando las tareas, el no saber conducir se transforma en algo limitante.
Enterarse que en poco tiempo y con algo de trabajo personal es posible revertir esta situación es el primer paso para salir de esta encrucijada.
Se trata de aplicar una serie de recursos organizados que apuntan a transformar el miedo en un aliado. Esto implica, por un lado, hacer conscientes estas ideas y creencias que lo alimentan, pudiendo replantear y cuestionar aquellas que hacen ver más peligros y dificultades de los que realmente existen. Por otro, convertirlas en una interpretación sensata de la realidad, sin subestimar el riesgo que conducir un automóvil conlleva.
Conviene recordar que las mujeres tienen el poder para transformar la vida en una realidad placentera, a su servicio.
(*) Psicólogas



Temores propios y ajenos atentan contra el deseo femenino de independizarse al volante.
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