Año CXXXIV
 Nº 49.098
Rosario,
miércoles  25 de
abril de 2001
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Fallo de un tribunal oral por una muerte ocurrida en 1999
Asesinó a quemarropa a un joven: lo condenaron a 12 años de cárcel
El hecho ocurrió en Humberto 1º y Felipe Moré. El otro participante en el crimen todavía se encuentra prófugo

Jorge Salum

Un tribunal oral sentenció ayer a 12 años de prisión a un hombre que en febrero de 1999 asesinó a otro frente a varios testigos, disparándole un tiro a quemarropa desde muy corta distancia. Se trata de Julio Enrique Saladino, quien al haber optado por un juicio oral y público podrá apelar la condena ante la Corte Suprema de la provincia si la defensa lograra probar que se violó durante el juicio una garantía constitucional. Saladino, que tiene 50 años, lleva casi dos en prisión y deberá permanecer en esa situación como mínimo otros seis años.
El tribunal oral integrado por Juvencio Mestres, Humberto Giménez y Ramón Ríos consideró a Saladino autor material del homicidio de Marcelo Belotti, de 22 años, que murió el 17 de febrero de 1999 minutos después de recibir un disparo a la altura del hígado que literalmente le atravesó el cuerpo.
El crimen ocurrió alrededor de las 10 de la noche en la esquina de Humberto Primo y Felipe Moré. Allí estaba Belotti, tomando algunas cervezas con un grupo de amigos, cuando desde un Renault 18 se bajaron dos hombres armados. Segundos después, cuando el muchacho se acercó a ellos, supuestamente para persuadirlos de que no dispararan, uno de los hombres le tiró a quemarropa. Después los dos se subieron al auto y huyeron. El otro, identificado como David Margarone, aún hoy está prófugo.
Saladino nunca negó haber estado en el auto aquella noche, pero cambió su declaración respecto al lugar que ocupaba: primero dijo que era quien conducía y más adelante aseguró que iba de acompañante. Después, en el juicio oral y público que concluyó ayer, admitió que la segunda vez, cuando dijo que era el acompañante, mintió para mejorar su situación en la causa.
El rol de Saladino a bordo del auto era importante porque los testigos siempre aseguraron que fue el conductor quien disparó contra Belotti. En las audiencias de la semana pasada la defensa cuestionó a esos testigos, pero el tribunal les dio crédito y prácticamente basó la sentencia en sus dichos.
Además, dos de esos testigos ya habían reconocido a Saladino en rueda de personas y lo habían señalado como el autor del disparo. Para los jueces, este también fue un factor decisivo a la hora de culpar al acusado por el homicidio.
En las audiencias nunca quedó claro cuál fue el móvil del crimen. Y el bache tampoco se cubrió en la sentencia, donde sobrevuela la idea de que se trató de un asunto absolutamente menor. La abogada de Saladino, Mercedes Guevara, había sugerido que pudo tratarse de un ajuste de cuentas, pero esta posibilidad ni siquiera se debatió.

Un fallo unánime
El fallo del tribunal oral fue unánime: Mestres votó por la condena y sus colegas Giménez y Ríos adhirieron. También coincidieron en la pena: la fijaron en 12 años, es decir dos menos de lo que había pedido el fiscal Danilo Imhoff cuando se pronunció por la condena.
Finalmente, el tribunal hizo lugar a un pedido de la abogada Guevara y decidió enviar copia del expediente a la Justicia federal para que se investigue una hipótesis de la defensora de Saladino: que el prófugo Margarone y su pareja, quien al principio de la investigación estuvo sospechada de ser la instigadora del crimen de Belotti, trafican droga en el barrio donde ocurrió el crimen.
Saladino, que es oriundo de Pergamino, no tiene antecedentes. Alguna vez estuvo bajo sospecha en la investigación por el secuestro del empresario Ricardo Díaz Franco, que ocurrió en 1988, pero después lo desincriminaron. Ayer escuchó la sentencia en silencio, aunque esta vez dejó de lado la actitud siempre sonriente que lo distinguió durante las audiencias del juicio.
Al abandonar la sala mientras ponía rumbo a la cárcel de Coronda, escuchó los insultos de la familia de Belotti. "Ojalá te hubieran dado perpetua", alcanzó a escuchar antes de perderse por los pasillos de los tribunales acompañado por dos custodios.



Saladino frente a los jueces que lo condenaron tras un proceso oral.
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