Jerusalén. - Israel festeja mañana el 53º aniversario de su independencia. En medio de meticulosos operativos de seguridad, habrá actos oficiales, fuegos artificiales, acrobacias áreas por parte de la aviación israelí y espectáculos al aire libre en las diferentes ciudades del país. Como ya es costumbre, los chicos se arrojarán espuma en las calles y jugarán a golpearse con pequeños martillos de plástico. Las familias aprovecharán para hacer un picnic o salir a la terraza y cocinar algo en la parrilla.
Entre estos últimos, habrá quienes conciten la atención y despierten cierta envidia entre sus vecinos: no simplemente pondrán pollo o hamburguesas sobre las brasas, ellos comerán asado, probablemente con carne comprada en alguna carnicería del puerto árabe de Yaffo, libre de las normativas que impone la kashrut (la ley judía sobre alimentos). Son algunos de los 70 mil argentinos que hoy viven en el Estado de Israel.
Los más grandes leen semanalmente Aurora, el periódico israelí editado en español; los más jóvenes se deleitan con la posibilidad de navegar por las páginas de la edición on-line de algún periódico argentino. Internet también les permite volver a escuchar sus radios favoritas y comprobar cómo el tiempo creó nuevas palabras en su lengua materna. Incorporaron a su canasta familiar la pita (suerte de pan árabe) y el jumus (condimento)israelíes, pero están encantados con la posibilidad cada vez más frecuente de comprar en el supermercado yerba mate o dulce de leche importados directamente desde la tierra que los vio nacer. Se enorgullecen ante cada mención del lejano país sudamericano en los medios de prensa israelíes.
Algunos vinieron motivados por ideales sionistas, otros lo hicieron escapando a persecuciones políticas, y también hubo quienes encontraron en la inmigración a Israel una salida para sus problemas económicos en Argentina. Suelen mirar los noticieros de la televisión española además de alguna de las numerosas telenovelas o recitales de Natalia Oreiro que enloquecen a los adolescentes (y no tanto) del Estado judío. Siguen con atención las actividades de la recientemente creada comisión interministerial encargada de investigar la suerte corrida por los 2 mil desaparecidos argentinos de origen judío durante la dictadura militar. Su castellano está contaminado de expresiones hebreas y sus estantes muestran no pocos discos de tango, Mercedes Sosa o Serrat. Sus opiniones políticas cruzan todo el amplio espectro partidario israelí, aunque la mayoría se inclina por las posiciones más laicas y moderadas.
Un nuevo denominador común
Los argentino-israelíes tienen ahora un nuevo y triste denominador común: su consternación por la muerte de Mario Goldín, el médico cordobés que se convirtió en la primera víctima de ese origen desde que se desató la actual ola de violencia a fines de septiembre pasado. "El hecho tuvo un impacto muy serio entre la colectividad argentina", dijo Jaime Bengrovich, presidente de la sede Kfar Sava -la localidad donde ocurrió el trágico atentado- de la Olei (Organización Latinoamericana En Israel, cuyas siglas remiten a la palabra "inmigrantes", en hebreo). El dirigente comunitario contó que Goldín -uno de los socios de esa organización- era muy conocido dentro y fuera del marco latinoamericano y por eso a su entierro concurrieron cientos ("quizás miles") de personas, entre ellos, como marca el protocolo, el intendente municipal, Itzjak Valt, y el ministro de Seguridad Interior, Uzi Landau.
Durante la ceremonia, la montaña de coronas y ofrendas florales eran un claro testimonio del aprecio que le tenían colegas y pacientes, amigos y vecinos. El profesional argentino se había especializado en técnicas de recuperación y tratamiento del dolor físico. Por eso conocía de cerca las consecuencias del terrorismo y la violencia que cada vez enluta a más familias en esta zona del planeta. A través de su trabajo, buscaba ayudar a la gente sin importar su origen social o étnico: atendía tanto a árabes como judíos.
Pero también era especialmente requerido por varios adultos mayores, emigrados de Argentina, que encontraban dificultoso hacerse entender con médicos que no hablaran su idioma. En la zona de Kfar Sava viven varios de estos pacientes. La ciudad donde vivía Mario Goldín es la que concentra mayor número de argentinos en proporción a su tamaño.
Voces rioplatenses en el shopping
Quienes, por ejemplo, dan una recorrida por el espacioso shopping que marca el centro de Kfar Sava (75.000 habitantes, 20 km al noreste de Tel-Aviv), encuentran llamativa la cantidad de voces que reproducen el acento rioplatense en esta parte del mundo. Pero ese lugar mantiene otra característica especial: se encuentra situado a escasos kilómetros de lo que se conoce como "la línea verde", el límite que separa el Estado de Israel de los territorios ocupados en 1967 y que ahora están parcialmente controlados por la Autoridad Palestina.Los expertos atribuyen a esta posición geográfica el hecho de que Kfar Sava haya sido el blanco elegido en los últimos atentados. La semana pasada, con menos de una hora de diferencia, dos bombas explotaron en la concurrida calle Herzl causando heridas a una persona. En esa ocasión, todos los argentinos que recibieron llamados de parientes preocupados pudieron contestarles que no les había pasado nada. Tras el ataque terrorista del último domingo en el colectivo de la línea 29, la situación fue diferente.
La actividad social y profesional de Mario Goldín le había permitido relacionarse con gran cantidad de personas. El trabajo como fisioterapeuta de su esposa Beatriz, las amistades de sus tres hijos, e incluso el rol de su suegra como fundadora del "Club de los abuelos" (un espacio para la tercera edad en castellano) habían ayudado a que prácticamente todos los argentinos de Kfar Sava tuvieran algún que otro tipo de relación con los Goldín. Y la mayor parte de los argentinos que viven en Israel tiene parientes o conocidos en dicha ciudad. A nadie, en consecuencia, le resultó indiferente el trágico final de su compatriota.