Osvaldo Aguirre
Ocurrió en la madrugada del 15 de enero de 1961, en Ezeiza. Los cuatro hombres vestían overoles idénticos y al presentarse en la Aduana del aeropuerto internacional dijeron ser empleados de Panagra, una empresa de aviación norteamericana. Querían retirar unas valijas que habían depositado el día anterior. El segundo jefe de la Aduana, Manuel López, tuvo una reacción de desconfiado: no eran horas para hacer esa clase de entregas. Los desconocidos extrajeron entonces armas de fuego y lo redujeron junto a otros tres empleados. Todos fueron maniatados, con excepción de Arquímides Italiano, al que obligaron a abrir la caja de caudales. Allí habían sido guardados 360 kilos de barras de oro, por un valor que rondaba los 60 millones de pesos. Los ladrones guardaron el oro en las valijas que habían ido a buscar, lo cargaron en una zorra y de allí lo llevaron a una pick up, para desaparecer sin inconvenientes. Según consignó la prensa, "los valores estaban destinados a distintas casas de comercio de la capital y de la provincia de Buenos Aires. Las remesas depositadas habían sido traídas por Aerolíneas Argentinas y Swissair". El desconcierto por las características del golpe aumentaba por el hecho de que sus autores hubieran operado "fríamente y con gran conocimiento del terreno". La investigación fue derivada al comisario Evaristo Meneses, de la sección Robos y Hurtos de la policía porteña, quien posteriormente relató la historia del caso en su libro "Meneses contra el hampa". En medio de la desorientación general, Meneses decidió seguir tres pistas diferentes. Por un lado, se trataba de rastrear en el aeropuerto la posibilidad de que los ladrones hubieran contado con un cómplice. A la vez se investigó la procedencia de la pick up utilizada para la fuga, que apareció abandonada horas después del robo en el barrio de Recoleta. Por último se hicieron averiguaciones en los comercios que operaban con la venta de oro. Enseguida se supo que la pick up había sido robada un día antes del golpe a Antonio Bagneto, quien pudo describir con precisión a uno de los ladrones. El dato más importante surgió del bajo fondo de los reducidores de oro: un tal Saúl Lipsitz, dueño de una tienda del barrio de Once, había comprado máquinas para el procesamiento del metal. Lipsitz fue puesto bajo vigilancia. Se comprobó que uno de sus amigos, Antonio González, un español de 32 años, tenía un notable parecido con el ladrón descripto por Antonio Bagneto. Y que un primo suyo vendía en plaza oro laminado. El 18 de enero, Meneses allanó el negocio de Lipsitz y lo detuvo. Cuenta la leyenda que el sospechoso ofreció un soborno de 10 millones de pesos a cambio de su libertad y que el comisario lo rechazó. Se descubrió que el comerciante del Once había dejado sesenta kilos del oro robado en depósito en dos bancos. Luego cayeron apresados Antonio González, Juan Murasione y Juan Quevedo, un empleado del aeropuerto que fue sindicado como entregador: según la investigación de Meneses, todos formaban parte de una banda dedicada al asalto de financieras y casas de cambio. El caso del robo del oro de Ezeiza cimentó la celebridad del comisario Meneses, que se había iniciado en Defraudaciones y Estafas y luego pasó a Robos y Hurtos. Una leyenda que crecería con sus duelos con famosos pistoleros, como José Hidalgo y Osvaldo Giugaro (que había condenado a muerte al policía). "Meneses será un taquero -habría dicho el Loco Prieto, otro célebre delincuente- pero jamás me hizo comer un garrón". Todo un reconocimiento.
| Saúl Lipsitz (de blanco), el organizador del robo. | | Ampliar Foto | | |
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