Año CXXXIV
 Nº 49.095
Rosario,
domingo  22 de
abril de 2001
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Santa Cruz: Dejada por el río, ocupada por el mar
La ría Deseado es el único lugar en el mundo donde conviven cinco especies de cormoranes, tres anidando y todas alimentándose en este santuario natural

Corina Canale

Los nativos de Puerto Deseado cuentan que las costas de esa ciudad portuaria de Santa Cruz fueron avistadas en 1520 por el conquistador Hernando de Magallanes, quien se detuvo allí para reparar sus naves y llamó a ese páramo de vientos helados Bahía del Trabajo. El marino atisbó la ría cercana, pero no detuvo su camino hacia el mundo que estaba descubriendo.
Pasaron muchos años hasta que en 1586 la nave Desiree, al mando del comandante inglés Thomas Cavendish, se adentró en las aguas calmas de esa ría y bautizó al lugar como Deseado, que era el nombre de su nave insignia.
Los geólogos afirman que el Deseado es el único río sudamericano abandonado por sus aguas dulces y ocupado por el mar. Y que la ría no es otra cosa que las aguas marinas penetrando en el continente por el lecho de un río que se fue.
Especialistas en fauna marina afirman que este es el único lugar en el mundo donde conviven cinco especies de cormoranes, tres de ellas anidando, y todas alimentándose en este santuario de la naturaleza que es la Reserva Natural Ría Deseado.
El lugar es verde y silencioso, atravesado por profundos cañadones, donde abundan las terrazas que bajan hacia la costa oceánica entre arbustos achaparrados de molles y calafate.
La cormoranera más habitada es Barranca de los Cormoranes, donde está asentada una colonia de dos especies, la de plumaje gris y la de cuello negro. Es curioso, pero hay ciertos lugares en los altos y escarpados paredones donde las dos especies se mezclan. Para los ornitólogos es "la gran colonia mixta".

De preparativos
El que ya está preparando su partida -lo hace entre abril y mayo- es el pingüino de Magallanes, que llega con la primavera. El aristócrata oceánico recala en la isla Quiroga y también en la Chaffers, en la entrada a este paraíso de la avifauna marina.
Pero este mundo es mutable. Según Phillip Humphrey, del Museo de Historia Natural de Kansas, Estados Unidos, se encontraron pingüinos magallánicos nidificando en la pequeña isla de los Pájaros, también conocida como Islote Estorbo, reino absoluto de la gaviota cocinera y el ostrero negro, y donde el biguá empolla sus huevos entre matas de zampa.
En la mitad de la ría está la península de Viedma -la porción de tierra más grande de este sistema-, cuya unión con la orilla sur, apenas un estrecho sendero, le arrebató el destino de isla.
En esa península, donde crecen mucho la mata negra y la uña de gato, el duraznillo y la mata guanaco, y también el molle o incienso, Humphrey descubrió desde el aire una cormoranera que resultó ser una colonia de cría.
En este mundo tan especial se respiran claros aires marinos; el canto de los pájaros es una música de fondo que sólo cesa al atardecer, cuando el bicherío se adormece. Y cuando las luces del alba tiñen el cielo de arreboles, la vida resurge.
Entonces, los cisnes de cuello negro surcan las aguas salobres que fluyen por el primitivo cauce fluvial. Las maras y los piches saltan entre el follaje costero y a veces asoman los zorros grises y los guanacos.

Profundas sensaciones
La vida se levanta con cada amanecer y en la ría todas las sensaciones son más profundas. Para los pescadores, que son muchos, en la ría y en las costas atlánticas aledañas hay, además de silencio, buenas capturas de brótolas, róbalos y pejerreyes, y muchas especies de tiburones, entre ellas el bravío gatopardo que llega a pesar 90 kilos.
Tan importante es el tiburón que tiene su propia fiesta -el Certamen Patagónico de Pesca del Tiburón- que se realiza en verano en las bahías Uruguay y Concordia, flanqueadas por rocas jurásicas de intenso color ladrillo, testimonios de la apasionante historia geológica de la Patagonia.
En la historia de Puerto Deseado, ciudad de diez mil habitantes situada sobre la orilla norte de la ría, se relatan las expediciones del naturalista Charles Darwin, en 1834, quien llegó hasta el Cañadón del Puerto.
Casi 80 años después otro incansable caminador de la Patagonia realizó el mismo viaje y plasmó las sensaciones vividas en la ría en su libro "Viaje a la Patagonia Austral". Ese hombre fue el perito Francisco Pascacio Moreno.
En ese libro dice: "Sólo aspiro a que con esta narración mis compatriotas puedan formarse una idea de lo que encierra esta gran porción de patria (...) siempre denigrada por los que se contentaron con mirarla mentalmente desde la biblioteca. Porque a veces hablamos de las tierras australes sin conocerlas".



Cormoranes grises anidan en las elevaciones rocosas.
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