Año CXXXIV
 Nº 49.095
Rosario,
domingo  22 de
abril de 2001
Min 8º
Máx 22º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Nueva edición de un libro de Lina Beck-Bernard
Vida cotidiana en Santa Fe en el siglo XX
La colección Memoria Argentina, de Emecé, recupera un documento valioso sobre la historia de la provincia

Mora Cordeu

Casada con un suizo que se radicó en la ciudad de Santa Fe en 1857 para promover la colonización agrícola, Lina Beck-Bernard (1824-1888) residió cinco años en el país, tomando el color de la época transcurrida a la vera del río Paraná, una experiencia reflejada en un libro sobre la vida cotidiana en el litoral argentino, a mediados del siglo XlX.
"Le Río Parana, Cinq annés de séjour dans la République Argentine", fue traducida por José Luis Busaniche, pero fue el historiador rosario Juan Jorge Gschwind quien primero divulgó en español algunos escritos del matrimonio Beck-Bernard.
"En la ciudad, las casas de aspecto morisco y las torres de las iglesias brillan entre los follajes oscuros de los naranjales, dominados por esbeltas palmeras que se balancean al viento", describe la alsaciana, en su primera impresión de Santa Fe, al arribar en goleta al puerto "más seguro de la Confederación Argentina".
La recién llegada compara las casa antiguas, con los usos y costumbres de Andalucía: "tiene pocas aberturas al exterior y más puertas que ventanas (...) encima de la puerta de entrada hay, como en muchas casas de Oriente, una pieza única, llamada altillo, con un balcón a la calle que llaman mirador", desde donde Lina observará la vida diaria y política.
"Las mujeres se levantan muy temprano para asistir a misa, pasan la mañana entregadas a las labores de aguja y a los menesteres de la casa, hasta la hora de la comida, generalmente las dos de la tarde. Luego duermen hasta las cuatro o cinco. A esas horas la ciudad parece muerta", describe.
"Después de la siesta viene el baño en el río, luego la toilette en la casa, la cena y con el fresco de la noche empiezan las visitas (...) Se abren las puertas y las grandes ventanas de rejas. En cada umbral aparece alguna linda personita, muy acicalada, peinada con esmero", apunta la extranjera.
La mirada inquieta registra detalles, notas sobre el paisaje, pasea por el interior de las viviendas, por los arcones, resalta los recuerdos de familia venidos de Europa con sus antepasados y también se detiene frente a la religiosidad popular, el culto rendido a las imágenes.
Y además Lina Beck Bernard observa los rasgos y virtudes de los habitantes: "La amistad reviste formas amables y obsequiosas, con un fondo de nobleza, constancia y abnegación a toda prueba", dice.
Refiriéndose a los hombre menciona que "son inteligentes, sagaces, astutos, muy aficionados a los epigramas y a los apodos; se expresan (como las mujeres) con facilidad y elegancia y escriben de la misma manera... cuando saben escribir".
A Lina le llaman la atención aniversarios como el 25 de mayo: "Por las mañanas, las calles amanecen empavesadas con gallardetes multicolores y una profusión de banderolas agitadas; pabellones e insignias nacionales y provinciales cubren los balcones del Cabildo".
En el baile de la noche compara el brillo "de brocato y encajes", de una mujer "llena de atractivos", con una india, "con la criatura envuelta en el chal y acostada sobre el hombro según costumbre del país (...) de semblante triste".
"Era el lujo de la civilización junto a la barbarie, tal como Santa Fe a las puertas del Chaco. Ambas mujeres personificaban de manera sorprendente dos razas que se mantienen enemigas después de trescientos años y que lo serán siempre como los pueblos desposeídos frente a sus invasores".
La vida transcurre y "durante nueve días caen lluvias torrenciales en la provincia de Corrientes. El río Paraná crece con rapidez y sus aguas hacen desbordar el Salado, inundándose muy pronto los campos bajos y todas las islas. La ciudad de Santa Fe se ve amenazada en los barrios ribereños", cuenta para dejar lugar a la anécdota.
"Sacan entonces de la iglesia la imagen de Santo Domingo y la llevan con gran pompa hasta la orilla del río, pero las aguas suben un metro más. Santo Domingo se desacredita (...) Al día siguiente vemos que llevan en procesión a San Jerónimo, con grandes ceremonias, hasta las playas inundadas. «Es que Santo Domingo no sirve para nada»", le dice una vecina a Lina.
Finalmente y después de que también desfilaran los novenarios, "quince días pasaron, cesaron las lluvias y el río Paraná arrastró el exceso de sus aguas hasta el océano (...) La Virgen del Carmen salvó el honor de todas las imágenes; conducida a la ribera, vio cómo las aguas se alejaban con rapidez. En los días subsiguientes la clerecía respiró".
Con este tono intimista, la viajera que prolonga su estancia en Santa Fe por cinco años -en 1861 al morir dos de sus hijas vuelve a Lausana- describe la vida en el campo, las enfermedades, la longevidad de los argentinos, la mortalidad infantil y el extraordinario vigor de las mujeres, que tienen hijos "en proporciones desconocidas para los europeos".
La cronista relata además, en este libro publicado por la colección Memoria Argentina de Emecé, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, el Carnaval en Santa Fe, pero también rastrea los pasos de Garibaldi por América del Sur y sufre la incertidumbre de los coletazos de las últimas guerras entre Buenos Aires y la Confederación.
Ya en París, en 1864, Lina Beck-Bernard publica este libro, lejos de su aventura a las orillas del Río Paraná.



Trabajos agrícolas en el departamento Las Colonias.
Ampliar Foto
Diario La Capital todos los derechos reservados